Medir la integridad, la nueva frontera del talento
Por Angélica Arteaga, directora ejecutiva de TalentPro Latam
En un escenario global donde la confianza y la coherencia se han convertido en valores escasos, las empresas están replanteando su forma de atraer talento. Ya no basta con medir conocimientos, productividad o liderazgo: hoy, las organizaciones buscan personas íntegras, capaces de actuar de acuerdo con principios éticos y valores compartidos. La integridad se consolida como un nuevo indicador de desempeño y sostenibilidad corporativa.
Según el Global Integrity Report 2024 de EY, el 53% de los líderes empresariales a nivel mundial cree que el comportamiento ético dentro de sus equipos es un factor determinante para la rentabilidad a largo plazo, y más del 60% de las compañías en sectores como minería, energía y finanzas ya incorporan evaluaciones de integridad o análisis de riesgo conductual en sus procesos de selección. Esta tendencia responde a un cambio profundo: el talento se mide no solo por lo que sabe hacer, sino por cómo toma decisiones en contextos de presión o ambigüedad.
Las empresas que han integrado la medición de integridad reportan una reducción de hasta un 30% en incidentes internos de fraude o incumplimiento, de acuerdo con datos del Institute of Business Ethics (IBE). Más allá de evitar riesgos, estos procesos permiten construir culturas más consistentes, donde los colaboradores confían en sus líderes y las decisiones se alinean con un propósito común.
La selección con propósito, entonces, se vuelve una estrategia de sostenibilidad humana. Medir la integridad implica observar la capacidad de una persona para mantener principios incluso frente a incentivos opuestos. En tiempos donde la tecnología acelera los procesos y la inteligencia artificial filtra perfiles en segundos, las organizaciones más avanzadas apuestan por un equilibrio: combinar eficiencia con profundidad, datos con criterio y automatización con sensibilidad humana.
A nivel global, los equipos de recursos humanos están adoptando modelos de evaluación que incorporan dimensiones éticas, socioemocionales y de propósito. El objetivo no es excluir, sino comprender mejor qué motiva a cada candidato y cómo su comportamiento puede impactar positivamente en la cultura corporativa.
Este giro en la gestión del talento refleja una tendencia mayor: las empresas están pasando de contratar por capacidades a contratar por propósito. Aquellas que priorizan la integridad fortalecen la confianza, la colaboración y la innovación responsable.
En definitiva, seleccionar con propósito es una decisión estratégica. Porque en un mundo donde la reputación puede perderse en segundos, los valores — al igual que los títulos o las habilidades técnicas— se han convertido en uno de los activos más valiosos para construir organizaciones sostenibles, confiables y con propósito.
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