Economía

Beneficios de corto plazo, peligros de largo plazo

Por: Maurice Obstfeld, economista jefe del Fondo Monetario Internacional | Publicado: Martes 2 de enero de 2018 a las 04:00 hrs.
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Todo indica que 2017 va a terminar bien. El crecimiento del PIB sigue aumentando en gran parte del mundo, lo que marca el repunte cíclico más amplio desde el inicio de la década. En Europa y Asia, y en Estados Unidos y Canadá, las expectativas de crecimiento han aumentado, mientras que en algunas economías emergentes importantes, que hasta hace poco se estaban contrayendo, como Brasil y Rusia, el crecimiento se ha reanudado.

Varios países siguen teniendo dificultades, inclusive muchos exportadores de combustible y economías de bajos ingresos que sufren una guerra civil o desastres naturales, especialmente sequías. Pero una recuperación más rápida está beneficiando aproximadamente a dos tercios de la población del mundo. De cara a 2018, la sensación de alivio entre muchos responsables de políticas económicas es palpable.

¿Por qué ha mejorado el desempeño económico? Si bien hubo un marcado ascenso de los indicadores de consumo y ánimo empresarial, y con ellos, de la inversión, sería un error atribuir el reciente rebote enteramente a la casualidad o a "espíritus animales". Han incidido también otros factores fundamentales, en particular las políticas macroeconómicas.

Desde hace mucho tiempo, y aún hoy, la política monetaria ha sido acomodativa en los países más grandes. Aunque la Reserva Federal de EEUU sigue aumentando gradualmente las tasas de interés, ha sido cautelosa y ha sabido responder a la turbulencia de comienzos de 2016 posponiendo las alzas de las tasas que se habían previsto. El Banco Central Europeo ha empezado a reducir sus compras de activos de gran escala, pero también ha señalado que los aumentos de las tasas de interés son una perspectiva lejana.

En consecuencia, las condiciones financieras han sido fáciles, y han fomentado el préstamo y elevado los precios de los activos a nivel global. La política fiscal en las economías avanzadas ha dejado de ser contractiva y se ha vuelto prácticamente neutra en los últimos años, mientras que China ha ofrecido un respaldo fiscal considerable desde que su crecimiento se desaceleró a mediados de la década, con efectos positivos para sus socios comerciales.

A pesar de tanto estímulo, las tasas de inflación siguen siendo relativamente bajas -de hecho, a niveles inclusive desconcertantes en las economías avanzadas- aun cuando las brechas entre el PIB real y potencial se han achicado o desaparecido. Algunos podrían ver la actual configuración de un crecimiento más robusto y una inflación baja como un punto ideal -el mejor de todos los mundos posibles.

Sin embargo, para muchos países las perspectivas de crecimiento de más largo plazo son menos alentadoras. Las fuerzas laborales que envejecen, el crecimiento más lento de la productividad y las cargas de deuda más elevadas desde la crisis ensombrecen el panorama. Por ejemplo, el crecimiento anual per cápita en las economías avanzadas promedió el 2,2% en los diez años posteriores a 1995, y naturalmente se hundió luego de la crisis; pero inclusive entre hoy y 2022, el crecimiento anual per cápita sólo alcanzará el 1,4%, según proyecciones del Fondo Monetario Internacional.

A falta de cierto crecimiento no previsto de la productividad, el actual rebote en las economías avanzadas inevitablemente se moderará: el crecimiento se desacelerará en tanto se ajusten las políticas monetarias y las condiciones financieras, y los países se vean obligados a consolidar las finanzas públicas agobiadas por deudas gubernamentales elevadas y un gasto creciente en pensiones y atención médica. A su vez, un crecimiento general más lento hará que resulte más difícil contrarrestar el lento crecimiento salarial, especialmente entre los trabajadores no calificados, lo que agravará la carga de desigualdad y de resentimiento resultante. Muchas economías de mercados emergentes y de bajos ingresos también enfrentarán vientos en contra.

Los responsables de las políticas económicas, por lo tanto, enfrentan dos desafíos importantes. Primero, ¿pueden tomar medidas para impulsar los niveles de producción en el más largo plazo? Segundo, ¿pueden aumentar la resiliencia e inclusión de sus economías y, al mismo tiempo, reducir la probabilidad de que la recuperación actual termine en una desaceleración abrupta o inclusive en una nueva crisis?

La clave para mejorar las perspectivas de crecimiento a largo plazo y de justicia percibida es invertir en la gente. La inversión educativa aumenta la productividad de los trabajadores y la capacidad de transitar una transformación estructural, ya sea como consecuencia del comercio o de la tecnología.

A pesar de lo esenciales que son estas inversiones, requieren desembolsos fiscales. Para evitar inflar cargas de deuda pública que ya son elevadas, los gobiernos tendrán que reformar los regímenes tributarios, mejorando los ingresos sin desalentar el crecimiento. Deberían diseñarse sistemas impositivos que aumenten la inclusión, sobre todo promoviendo la participación de la fuerza laboral. Y los ciudadanos tendrán más confianza en la justicia del sistema si se cierran los canales para la evasión impositiva utilizados por las grandes corporaciones y los ricos.

También es necesaria una mayor resiliencia económica para fomentar la confianza. A medida que se van desvaneciendo los recuerdos de la última crisis, la inestabilidad financiera plantea una creciente amenaza. Muchos países mejoraron sus marcos macro-prudenciales después de la crisis, inclusive aumentando el capital y la liquidez de los bancos. El período prolongado de bajas tasas luego de la crisis, sin embargo, ha llevado a una búsqueda de rendimientos y a un crecimiento de la deuda global que podrían resultar problemáticos para algunos deudores una vez que aumenten las tasas de interés.

Las economías emergentes y de bajos ingresos enfrentan algunos desafíos que se asemejan a los de las economías avanzadas. Los líderes de China, por ejemplo, han reconocido los desequilibrios en el sistema financiero del país y están tomando medidas para resolverlos. Pero varios de los desafíos son distintos. Más allá del reciente rebote de los precios de las materias primas, los países que producen materias primas necesitan diversificar las exportaciones para respaldar el crecimiento futuro.

Como la recuperación actual es amplia, también es el momento oportuno para tomar medidas en una gama de prioridades multilaterales. Probablemente la más urgente sea desacelerar el cambio climático a largo plazo que resulta de la dependencia de los combustibles fósiles. La conclusión es que las fantasías de un punto económico ideal amenazan con engañar a los responsables de las políticas y llevarlos a experimentar una falsa sensación de seguridad. Los buenos tiempos actuales muy probablemente sean temporales; por cierto, las fuerzas que producen este rebote tal vez no duren mucho más. Para que la recuperación sea más duradera, los responsables de las políticas deberían aprovechar la oportunidad actual e implementar reformas mientras todavía puedan hacerlo. De lo contrario, el futuro puede estar más cerca de lo que pensamos.

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