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El mal juicio de Trump sobre el Acuerdo de París

El camino sensato para EEUU habría sido permanecer en el proceso y presionar por planes mucho más ambiciosos.

Por: Martin Wolf, Financial Times | Publicado: Miércoles 7 de junio de 2017 a las 04:00 hrs.
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Estados Unidos es una potencia deshonesta. Su decisión la semana pasada de renunciar a la participación en el acuerdo contra el cambio climático alcanzado en París en diciembre de 2015, subrayó esta realidad. La pregunta está en cómo responder.

La negación del calentamiento global causado por el hombre es un artículo de fe para muchos republicanos: la hostilidad de Donald Trump a la acción no es idiosincrasia. Pero el cabildeo inteligente refuerza la incredulidad. El debate es paralelo al de los peligros del plomo y el tabaco. En estos casos, también, los lobbies explotaron cada incertidumbre. Los argumentos para tomar acciones sobre el clima son bastante fuertes como lo fueron sobre el plomo y el tabaco. Pero la ofuscación ha vuelto a ser efectiva.

Las opiniones estadounidenses sobre el papel de su país en el mundo también son importantes. HR McMaster y Gary Cohn, asesores de Trump en seguridad y economía, escribieron recientemente: “El presidente se embarcó en este primer viaje internacional con un panorama claro de que el mundo no es una ‘comunidad global’ sino un escenario en el que naciones, actores no gubernamentales y empresas se involucran y compiten por obtener ventajas. Llevamos a este foro una fuerza militar, política, económica, cultural y moral inigualable. En lugar de negar esta naturaleza elemental de los asuntos internacionales, la adoptamos”. Estos, debemos recordar, son los “adultos” en la Casa Blanca.

EEUU abandonó una visión del siglo XIX de las relaciones internacionales luego de que finalizara tan catastróficamente en el siglo XX. En su lugar surgieron las ideas, incrustadas en las instituciones que creó y en las alianzas que formó, que los valores importan así como los intereses y responsabilidades, además de los beneficios. Por encima de todo, el planeta no es solo un escenario. Es nuestro hogar compartido. No pertenece a una sola nación por muy poderosa que sea. Cuidar el planeta es responsabilidad moral de todos.

La hostilidad hacia la ciencia y una visión estrecha de los intereses sentaron las bases para el rechazo de Trump al Acuerdo de París. Pero su discurso también fue una mezcla característica de falsedad y resentimiento.

Las razones de Trump

De este modo, Trump declaró que “a partir de hoy, Estados Unidos dejará de aplicar el Acuerdo de París no vinculante y las draconianas cargas financieras y económicas que el pacto impone a nuestro país”. Sin embargo, un acuerdo “no vinculante” difícilmente puede imponer cargas económicas y financieras draconianas. De hecho, el punto del convenio es que cada país presentara su “determinada contribución nacional”. El mecanismo subyacente del Acuerdo de París fue presión social con el objetivo de alcanzar un objetivo común. No hubo coacción involucrada.

Trump también argumentó que el acuerdo tendría poco impacto en el clima. Tal y como está, esto es cierto. La principal razón de ello es que los principales jugadores –incluido EEUU– no acordarían nada más. Argumentar en contra de unirse a un acuerdo porque es ineficaz, cuando la recalcitrancia de un país lo hizo así, es absurdo.

Trump afirmó que: “no queremos a otros líderes y países riéndose de nosotros. Y no lo harán. No lo harán”. Esa es una fantasía paranoica.

EEUU es el segundo mayor emisor mundial de dióxido de carbono. Sus emisiones son 50% mayores que la UE y sus emisiones per cápita son el doble de las del bloque o Japón. Mucho más allá de ser explotado por otros, como sugiere Trump, las emisiones de EEUU son exorbitantes. La cooperación estadounidense no es una condición suficiente para el manejo de los riesgos climáticos. Pero es necesario. Este repudio no es motivo de risa.

Debido a que el acuerdo es construido en compromisos nacionales, el camino sensato para EEUU habría sido permanecer en el proceso y presionar por planes mucho más ambiciosos. Pudo haber vinculado sus esfuerzos a lo que otros, especialmente China, estuviesen dispuestos a hacer. Sin embargo, ahora fuera del marco, no logrará nada de este tipo. Tampoco existe posibilidad real de negociar otro marco. Los compromisos deberían evolucionar. El acuerdo macro no lo hará.

Ecos inquietantes

En la década de 1920, EEUU repudió la Liga de Naciones. Ello llevó al colapso del primer acuerdo de Europa posterior a la Primera Guerra Mundial. Ahora, está retirándose de un acuerdo compartido para proteger a nuestro planeta. Los ecos son inquietantes.

Cierto, doce estados de EEUU, que generan más de un tercio del Producto Interno Bruto (PIB), y 187 ciudades se han comprometido a reducir, para 2025, sus emisiones entre un 26% y un 28% por debajo de los niveles de 2005, tal y como prometió el país bajo el gobierno de Barack Obama. Sin embargo, aunque deseable, eso no puede reemplazar el compromiso de EEUU, como argumenta el exsecretario del Tesoro, Hank Paulson.

Los optimistas también argumentan que el progreso tecnológico en energías renovables es tan rápido que las decisiones de política pueden no importar: la economía por sí sola impulsará la necesaria descarbonización de las economías. Esto todavía parece inverosímil. Los incentivos y otras intervenciones siguen teniendo importancia, particularmente desde que las decisiones de inversión tienen un efecto duradero. La infraestructura que construimos hoy dará forma al uso de la energía por décadas.

Los participantes restantes en el acuerdo deben mantenerse con sus planes. También deben encargar un análisis sobre cómo tratar con agentes libres. Todo debe ser considerado, incluso las sanciones.

Mientras tanto, los estadounidenses que entienden lo que está en juego necesitan luchar contra la irracionalidad y el pesimismo que llevó a esto. Si algún país tiene los recursos para hacer de la transición energética un éxito es de ellos.

EEUU no puede ser “grande” al rechazar una responsabilidad global y abrazar el carbón. Eso es ancestral. El gusto de Trump por la irracionalidad, xenofobia y resentimiento es aterrador. El mundo debe seguir luchando, confiando en que los estadounidenses serán una vez más tocados, en las gloriosas palabras de Abraham Lincoln, por “los mejores ángeles” de su naturaleza.

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