Columnistas

Anarquía

Padre Raúl Hasbún

Por: Padre Raúl Hasbún | Publicado: Viernes 18 de noviembre de 2016 a las 04:00 hrs.
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Desde Aristóteles, los cientistas políticos coinciden en que la peor forma de gobierno es la anarquía. En realidad no es una forma de gobierno, porque anarquía significa que nadie gobierna. Equivale a una nave sin nadie al timón. Y es aun peor que un motín a bordo. Porque si el motín es sofocado, se impuso la autoridad del capitán. Y si los amotinados triunfan, su líder toma en sus manos el timón. La anarquía más destructiva es aquella en que el capitán conserva su investidura y potestad de mando, pero se abstiene de ejercerla. La nave flota y se desliza por inercia, con un previsible rumbo y destino de colisión, extravío o naufragio. Comando y tripulación tienen nominalmente la autoridad y el deber de evitar su trágico final. Pero su indolencia, sumada a su terquedad y coronada por su incapacidad de escuchar y liderar, les impide hacer algo más que festejar a lo rico el día de hoy y encomendar el mañana a dioses en los que no creen y no pueden ayudar, porque no existen.

Los grandes beneficiarios de la anarquía son los secuestradores. Toman rehenes y los utilizan como precio de rescate. Su negocio es 100% seguro y rentable. De la suerte o muerte de los rehenes nadie se preocupará. Son 8 o 10 millones y con su dinero pagan el sueldo de sus secuestradores, a los que por monopolio legal están forzados a recurrir. Pero los rehenes no están organizados ni tienen tiempo para marchar y vociferar: viven de su callado trabajo de cada día, y no les queda otra opción que contener su rabia y frustración, en indefinida espera de que sus secuestradores se dignen aceptar el millonario premio de rescate. Sí: el premio. Para este secuestro permanente no hay sanción penal, ni multa, ni amonestación; sólo generosa bonificación. Atrás, en el generoso olvido de la ley (amnistía por omisión, amnistía por anarquía) quedarán las semanas de salud, trabajo y seguridad condenadas a la incertidumbre y a la podredumbre. Las atenciones médicas agendadas y no prestadas, las cirugías de urgencia postergadas, los partos no atendidos, los pasaportes y documentos de identidad no entregados, los productos de importación y exportación retenidos en aduanas, los párvulos que se quedaron sin atención, cuidado o alimentación, para angustia a veces mortal de sus madres que no pueden parar de trabajar, los matrimonios que no se realizaron, los muertos que no fueron entregados a sus deudos, los contratos que no pudieron registrarse, los viajes que debieron cancelarse o aplazarse: todo eso quedará sepultado en el dispendioso olvido de la amnistía por anarquía.

En vísperas de la fiesta de Cristo Rey, agradezcamos que aún nos queda una nave segura y un capitán experto. Con ellos arribaremos al Cabo de Ultima Esperanza...

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