Columnistas

Conversemos sobre competitividad

Paula Valenzuela Gerente General Fundación Generación Empresarial

Por: Paula Valenzuela | Publicado: Jueves 27 de junio de 2019 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Paula Valenzuela

Hace cerca de un mes se reveló el resultado del Ranking de Competitividad Mundial 2019, elaborado por el IMD, donde Chile sufrió su mayor caída histórica: del lugar 35 al 42. Lo más preocupante es que esta baja no es una excepción, sino la aceleración de una caída que viene desde 2005, cuando éramos el décimo noveno país más competitivo del mundo.

Imagen foto_00000002

Desde entonces, hemos visto a sectores políticos culparse mutuamente, sin embargo, nos han gobernado diferentes orientaciones políticas y la baja ha sido consistente en el tiempo. Otros discuten si la responsabilidad es del Estado o del mundo privado. Pero tal como hemos empeorado en índices de corrupción y realización de reformas sociales, también lo hicimos en capital de riesgo, en transformación digital en las compañías, en cohesión social, entre otros. Esto deja de manifiesto que, ante la baja en la competitividad, ningún chileno debiera apuntar con el dedo a otro antes de mirar al espejo para buscar responsables.

El de la competitividad es más que un desafío económico. Es uno cultural. Pasa por la motivación en el trabajo, por la cultura de investigación y desarrollo, por la cultura de integridad corporativa y estatal, por un trabajo conjunto entre trabajadores y compañías para formar y entrenar habilidades de futuro; por valores de emprendimiento, de agilidad corporativa y de respeto por las responsabilidades y deberes tributarios de empresas y personas. En todos estos temas hemos empeorado recientemente, según el estudio.

Lo positivo es que desde la publicación del ranking se ha desarrollado un enriquecedor debate sobre crecimiento, productividad y competitividad. Por nombrar a algunos exponentes, estas semanas hemos leído a Oscar Guillermo Garretón proponer revalorizar la importancia del crecimiento, devolviéndole un amplio espacio a las empresas para generarlo, de modo que ellas cumplan así su decisivo e irreemplazable rol social, mientras el Estado las encauza a través de una regulación que impida asimetrías y promueva principios éticos.

El economista José Luis Daza, por su parte, llamó a retomar las reformas estructurales en la economía como paso necesario para volver a crecer, reforzando que los desafíos no son de más o mejor gestión, sino de la necesidad de cambios profundos. Óscar Landerretche, en tanto, planteó la necesidad de aceptar que las industrias y sectores económicos que nos hicieron crecer por décadas, hoy tienen rendimientos decrecientes. Necesitamos crear nuevas industrias de mayor valor agregado mediante amplios pactos sociales, generando así los profundos cambios productivos que caracterizan a los países que han logrado el pleno desarrollo económico.

Como es responsabilidad de todos, la conversación sobre estos grandes desafíos culturales debiera ser central entre liderazgos políticos, directorios corporativos, compañeros de trabajo y familiares. Si queremos mejorar y progresar, debemos hacer más que buscar nuevas respuestas: debemos generar nuevas preguntas. Esta renovada conversación es un gran primer paso.

Lo más leído