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La desagradable verdad sobre la lealtad de Trump hacia Putin y Rusia

Edward Luce

Por: Edward Luce | Publicado: Lunes 21 de enero de 2019 a las 04:00 hrs.
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Edward Luce

¿Es víctima de una extensa conspiración de la izquierda o trabaja para un adversario extranjero?

Si alguien que no fuera Donald Trump fuera Presidente, ¿habrían los republicanos votado por eliminar las sanciones a las compañías propiedad de un oligarca con estrechos vínculos con el Kremlin, como lo hicieron el miércoles?

La respuesta seguramente es no. Bajo el mandato de cualquier otro Presidente, el Senado estadounidense habría respetado las sanciones contra el oligarca ruso Oleg Deripaska, el hombre para quien trabajaba Paul Manafort, el ex director de campaña de Trump que ahora se encuentra en la cárcel.

¿Por qué son tan indulgentes con él? La explicación trivial es que la mayoría de los republicanos le tienen miedo a Trump. Hace apenas dos semanas, Mitt Romney, el nuevamente electo senador de Utah, prometió pedirle cuentas. Como candidato presidencial republicano en 2012, Romney describió a Rusia como el “enemigo geopolítico número uno” de Estados unidos. Desde entonces, Rusia se ha vuelto más agresiva en Ucrania, Siria y otros lugares. Pero ahora que Trump es Presidente, el senador Romney se ha desmoronado.

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Ya sea si Trump le debe dinero a Vladimir Putin, o si el líder ruso sabe algo que podría destruirlo, el Presidente estadounidense está actuando como si tuviera una deuda con él. En 2017, el FBI abrió una investigación de contrainteligencia sobre Trump bajo la sospecha de que era un agente del Kremlin, consciente o inconscientemente. Esto fue antes de que Robert Mueller fuera nombrado fiscal especial para investigar la presunta colusión electoral con Rusia.

La noción de que el Presidente norteamericano está trabajando para el Kremlin es tan descabellada que prácticamente se auto invalida. Las personas que especulan alegremente sobre los OVNIs, o que los atentados del 11 de septiembre fueron un ataque interno, evitan presentar a Trump como el candidato de Manchuria por temor a parecer teóricos de las conspiraciones.

Sin embargo, en privado, los ex directores de la CIA, los generales retirados y otros operativos experimentados —todos usualmente cautos— hablan del “kompromat” ruso (material comprometedor) como la mejor explicación para las acciones de Trump. Consideran que el expediente compilado por Christopher Steele, el ex agente del MI6, es inteligencia creíble.

Esa opinión se ha consolidado en las últimas tres semanas. Además de la investigación del FBI, hay informes de que Trump ha tratado en repetidas ocasiones de retirar a EEUU de la OTAN. Hasta el mes pasado, cuando Jim Mattis renunció como secretario de Defensa, se podía confiar en que el Pentágono reprimiera sus impulsos.

Mattis renunció porque Trump “merecía” un director del Pentágono cuyos puntos de vista se alinearan mejor con los suyos, lo que fue una manera militar de decir que Trump estaba actuando en contra del interés nacional de EEUU. La última gota para Mattis fue la retirada de las tropas estadounidenses de Siria por parte de Trump, una medida claramente ventajosa para Rusia.

Sin embargo, nada se compararía con el hecho de que EEUU abandonara la OTAN. Realizaría el sueño máximo de Putin, al destruir la alianza occidental. El hecho de que Trump siga planteando esa perspectiva es ya lo suficientemente radical. El hecho de que se reuniera con Putin sin asistentes durante dos horas en Helsinki el año pasado, y luego le ordenara personalmente al intérprete estadounidense que le entregara sus notas de la reunión, es algo inquietante.

Todo lo cual le presenta al público estadounidense una opción terriblemente binaria. Por un lado, Trump afirma que Mueller está realizando una “cacería de brujas” que tiene el apoyo del “Estado profundo” y que los medios “de noticias falsas” transmiten. En cuyo caso, Trump es víctima de una extensa conspiración de la izquierda, y de que el FBI y otras ramas del gobierno han traicionado sus juramentos al trabajar para una facción política.

Por otro lado, podrían estar cumpliendo fielmente con su trabajo, lo cual incluye investigar si el comandante en jefe de EEUU trabaja para un adversario extranjero.

Cualquiera de estas dos situaciones rompería cualquier precedente histórico. La pregunta es cuál de las dos es menos improbable.

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