Millennials

Padre Hugo Tagle

Mucho se ha escrito sobre la generación “post X”, la nacida entre los años 80 y 2000. Algunos hablan de la “generación Y” aunque ya se ha impuesto el término “millennials”, que alude al inicio del siglo XXI. Son los “nativos digitales”, la generación que no se imagina un tiempo sin internet. Una generación que raramente ha visto un cassette y no entiende la curiosa relación entre ellos y un lápiz de mina. Son la generación que considera los discos de vinilo como piezas de museo y el aparato de teléfono como romántico.

Dominar la tecnología es casi una prolongación de su propio cuerpo. Sus relaciones cotidianas están intermediadas por una pantalla. Para las nuevas generaciones, realidad y virtualidad son dos caras de una misma moneda. De hecho, utilizan múltiples canales y dispositivos digitales para sus actividades, con capacidad de hacer varias cosas a la vez. Esto es particularmente acentuado en Latinoamérica y más aún en Chile, donde en promedio las nuevas generaciones dedican alrededor de 7 horas al día para conectarse online, un 5% más que el promedio mundial.

Las redes sociales son el nuevo país, casi más importante que el físico. Consultar, compartir y comentar en ellas es la principal actividad que realizan a través de sus teléfonos inteligentes. Los millennials valoran la participación y la colaboración, se muestran tan críticos como tolerantes. Están más abiertos a la diversidad, se dejan complementar por lo exótico y son abiertos a la integración de lo extraño o inusual. Prefieren compartir a poseer, y exigen nuevos valores como la transparencia, el cuidado del medioambiente y el compromiso social.

Representan la generación con más desafiliación religiosa. Esto no significa que no tengan creencias. Más bien son una generación que busca equilibrio espiritual, estabilidad emocional, vínculo con fuerzas trascendentes como la naturaleza o el universo. El cuestionamiento a “lo institucional” lleva a una búsqueda de mayor flexibilidad, igualdad e individualismo en su pertenencia. Pero perciben la necesidad de un Dios que los acompañe en su vida cotidiana y una comunidad que les de soporte. Habrá que aprovechar el mayor conocimiento del entorno y los dramas sociales que regalan los medios para dar sentido a sus vidas y hacer así de la fe algo nuevamente convincente y atractivo.