Rafael Mies

Fin de la economía “amoral”

Que las cosas han cambiado y están cambiando es un hecho. Una muestra de ello es que las herramientas...

Por: Rafael Mies | Publicado: Jueves 1 de septiembre de 2011 a las 05:00 hrs.
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Que las cosas han cambiado y están cambiando es un hecho. Una muestra de ello es que las herramientas tradicionales de análisis y predicción han demostrado ser muy ineficaces en los tiempos que corren. Los agentes de inversión son objeto de caricatura y broma frente a los fallos permanentes en la mayoría de sus pronósticos. El prestigio de los libros de “management” está en su peor nivel, casi comparable con aquellos textos baratos de autoayuda que se venden a un público ingenuo.



El desprestigio de la economía como ciencia y práctica es un reflejo más de este síntoma de escepticismo social general. ¿Qué hay detrás de este fenómeno de desconfianza y dónde podemos encontrar sus causas y posibles remedios?
De las hipótesis que hoy existen la que me parece más plausible es aquella que centra el problema en el abuso que se ha hecho del instrumental analítico. El análisis económico, por su naturaleza, distingue y separa realidades que en la vida corriente son inseparables. Por ejemplo, distingue la actividad mercantil de las personas concretas que la realizan. Separa el acto económico de la moralidad del mismo. De este modo, para efectos de los resultados financieros da lo mismo si lo negociado son manzanas, armas o drogas. En la misma línea, da lo mismo si lo transado es una acción, un “commodity” o un “bono basura” en la medida que la prima de riesgo sea aplicada correctamente.

Sin embargo, esto no es así en la vida real. Los resultados son muy distintos cuando se transan manzanas que cuando se transan armas y los nefastos efectos sociales de un “bono basura” son inconmensurables, con independencia de todas las primas de riesgo aplicadas. Sin duda, estamos en presencia del fin de una era en que se podía separar el acto del juicio moral sobre el mismo, aunque sólo fuera por razones analíticas y científicas. Estamos siendo testigos de una nueva gran síntesis, mucho más humanista e inclusiva, donde no basta que las cosas sean correctas, de un punto de vista lógico o científico, también lo deben ser buenas y justas desde un punto de vista ético, social y ecológico.

¿Qué desafíos se nos imponen en estos nuevos tiempos? Los retos son múltiples y prácticamente en todos los sentidos, pero simplemente reforzar dos: educación y empresa.

Respecto de la educación, no sólo es deseable mejorar estándares de calidad y garantizar su acceso universal; se requiere además revisar y adecuar contenidos y metodologías. Se debe volver a las humanidades como base del conocimiento y recuperar la experiencia práctica como plataforma del aprendizaje.

En este sentido, la ética juega un papel crucial, ya que conjuga los planos del conocimiento del bien con el ejercicio del bien.

Por último, la empresa debe repensar seriamente su vocación o misión. Ella es el lugar al que la mayoría le dedica gran parte de su vida y es fundamental que su finalidad esté más orientada a este propósito que a la pura maximización de utilidades. El fin de una economía y administración de empresas ”amoral” es una demanda social radical que ya no se puede ignorar o hacer esperar sin consecuencias sociales importantes.

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