Columnistas

Subsidiariedad y territorio

Pedro Fierro

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La catástrofe ocurrida en el norte de nuestro país nos invitará a reflexionar sobre distintas situaciones, algunas relacionadas con la inmediatez y otras que requerirán un debate profundo, algunas más bien políticas y otras más bien técnicas. Pensando en la dependencia respecto a decisiones centrales que hemos evidenciado en esta y otras tragedias (entre delegados presidenciales, visitas ministeriales, etc.) , me atrevería a mencionar como tema fundamental el desarrollo integral de todas y cada una de las regiones de Chile, y la forma en que eso debiese ser impulsado.


Si nos reconducimos al informe que la Comisión Presidencial para la Descentralización entregó en octubre pasado al Ejecutivo, podremos encontrar un principio que en las últimas semanas ha cobrado algo de notoriedad en la opinión pública: la subsidiariedad. Así, en el apartado de "Directrices para la Descentralización" se trata específicamente el concepto señalando que "cada función pública debe radicarse en aquel nivel donde ésta se ejerce igual o mejor, privilegiando el nivel local sobre el regional, y éste sobre el nacional. Ello implica que sólo aquellas funciones que no pueden ser asumidas adecuadamente por el nivel local o regional deben recaer en la competencia del gobierno central".


Independiente de la forma en que es tratado el principio (eventualmente criticable por su enfoque en la abstención por parte del nivel central), resulta importante abrir el debate respecto de qué estamos entendiendo cuando tratamos el tema desde una perspectiva territorial.


En un reciente libro editado por el IES, Claudio Alvarado y Eduardo Galaz nos recuerdan que subsidium proviene de ayuda, entendiendo que "cuando la espontaneidad no resulta suficiente se requiere una ayuda activa por parte de las agrupaciones superiores", en este caso, del nivel central. Es más, ambos autores son claros al señalar que el sentido de la subsidiariedad no es desatender a las organizaciones menores, sino más bien ayudarlas a que se desarrollen íntegramente respetando su protagonismo y destino.


Al recordar las últimas catástrofes vividas por nuestro país (que por cierto suelen recaer sobre "provincianos"), no podemos dejar de pensar en esto último. Cuando los habitantes de regiones miramos con ansias la cesión de atribuciones, no estamos en ningún caso desmereciendo el evidente rol que tiene y debe tener el nivel central. ¡Qué mejor ejemplo que el lamentable desastre ocurrido en el norte! Simplemente creemos que no debemos olvidar que esa acción debe ser en ayuda de un propósito muy claro: el desarrollo integral de cada región y el empoderamiento de cada localidad.


En definitiva, en regiones no atacamos la necesaria y oportuna intervención central, sino que simplemente rechazamos un Estado centralizado, absorbente, lejano de las necesidades locales y que vuelve impotente a los niveles subnacionales, como lamentablemente observamos en la actualidad.

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