Editorial

El efecto reactivador de la modernización tributaria

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as cifras de actividad del primer semestre, con un crecimiento del PIB de 4,8% y del gasto interno de 5%, tienen de dulce y de agraz para el gobierno.

Lo primero, positivo, es que le permiten mostrar una recuperación significativa de la economía, que indudablemente se explica en parte por mejores expectativas. Sin embargo, también tienen un componente estadístico de baja base de comparación, que hace muy difícil que sean sostenibles a futuro.

Bajo esa mirada, parece bienvenido el efecto reactivador cíclico que genera la propuesta de modernización tributaria, más allá de su impacto estructural, producto del régimen de depreciación instantánea del 50% de la inversión por un período de dos años (100% para La Araucanía). Una medida de este tipo es un estímulo muy poderoso para las empresas en la dirección de realizar y adelantar proyectos de inversión, lo que no sólo contribuye al crecimiento del gasto y del PIB, sino que es también el mecanismo más efectivo para dinamizar el empleo privado formal, y de esta forma contribuir a la equidad.

Evidentemente, la medida tiene un costo fiscal en términos de recaudación, aunque la estimación que se incluye en el informe financiero del proyecto de Ley, conocido ayer, es que el Fisco recaudará US$ 428 millones adicionales netos cuando el sistema entre en régimen. Así, se establece financiamiento mediante dos mecanismos transitorios de recaudación aplicados en la reforma de 2014 con grandes beneficios para el erario. El primero es el impuesto al registro de capitales del exterior con una tasa de 10%, algo superior a la anterior, que antes permitió recaudar US$ 1.500 millones (US$ 1.062 millones a 2020, calcula el gobierno). El segundo es abrir nuevamente la ventana para declarar las utilidades acumuladas del FUT, con tasa de 30%. El impuesto sustitutivo del FUT recaudó más de US$ 2.000 millones en los últimos tres años, bastante más de lo esperado. La estimación es de US$ 1.464 millones los próximos dos años, lo que bastaría para financiar el incentivo transitorio a la inversión.

Es una apuesta con algunos riesgos, pero que parecen razonables a cambio de dinamizar la actividad y el empleo.

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