Editorial

Evolución de la inversión en I+D

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La VII Encuesta Nacional sobre Gasto y Personal en I+D preparada por el Ministerio de Economía y que consolida cifras al cierre de 2016, constató ese año una baja en el volumen de recursos destinados a ese propósito. De esta manera, el balance anual dejó nuevamente al país al final de la lista de naciones que integran la OCDE, con un 0,37% del PIB aplicado.

Si bien en esta oportunidad el saldo anual estuvo incidido por la introducción de un cambio metodológico recomendado por la OCDE para efectos de contabilizar el tiempo aplicado a I+D en observatorios astronómicos (un 10% del total de las horas corresponde a Chile) y que en las otras dimensiones distintas de la astronomía se apreció un aumento de 8%, lo relevante al final del día es que, como sea, Chile sigue estando muy por debajo del promedio de los países de la OCDE (2,38%), por no hablar de la nación que encabeza la lista, Israel, con un 4,25% de su PIB destinado a este fin.

Sin desconocer que hay una creciente preocupación pública respecto de este déficit de inversión y que el Estado ha intentado aumentar sus esfuerzos, lo cierto es que el nivel de rezago es de tal profundidad que se echa de menos que este tema no esté más presente en el debate.

El crecimiento económico en sí mismo, la productividad país y la capacidad de respuesta de nuestra economía, pequeña y concentrada, frente a dinámicas en donde el cambio y la innovación son cada vez más acelerados, pasan ineludiblemente por una inversión más robusta en I+D. Para ello se requiere un compromiso aún mayor del sector público, un diálogo y conexión potente entre universidades y empresas y, por supuesto, una acción mucho más proactiva de éstas en este campo.

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