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A cuidarnos del fetichismo de la naturaleza

Simon Kuper © 2021 The Financial Times Ltd.

Por: Simon Kuper | Publicado: Lunes 6 de septiembre de 2021 a las 04:00 hrs.
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Simon Kuper

Si se le pidiera a la gente nombrar las ideologías más peligrosas de nuestro tiempo, las respuestas más comunes encuentran el autoritarismo, el racismo y el extremismo islamista. Yo propondría otro contenido: el fetichismo de la naturaleza, la creencia de que las cosas “naturales” son buenas y las “innaturales” malas.

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Hace un par de décadas, el fetichismo de la naturaleza podía parecer una inofensiva moda, sólo una estrategia cursi de mercadotecnia aplicada a los sobrevalorados bienes de consumo “orgánicos”. Pero los fetichistas de la naturaleza se han convertido en asesinos involuntarios. Ellos han impulsado el mortífero movimiento antivacunas; su oposición a los alimentos modificados genéticamente (MG), o transgénicos, ha agravado el hambre; y sus victorias contra la energía nuclear están contribuyendo a 'freír' el planeta.

Cada era de rápido avance tecnológico produce un movimiento que aboga por un regreso a la naturaleza. Sus partidarios suelen ser habitantes de las ciudades cuyo contacto con la naturaleza real es distante. Los románticos del siglo XIX en parte estaban reaccionando en contra de la Revolución Industrial. El fetichismo moderno por la naturaleza se remonta a las protestas de la década de 1970 en oposición a las plantas nucleares, las cuales dieron origen al movimiento verde pionero en Alemania.

Durante décadas, si vivías en un país rico, el fetichismo de la naturaleza era una inversión de bajo riesgo en la construcción de la identidad personal: sin perjudicarte, podías oponerte a la energía nuclear sabiendo que seguirías teniendo duchas calientes; podías rechazar las vacunas contra el sarampión sabiendo que otros niños estaban lo suficientemente vacunados como para mantener a tu propio hijo a salvo; y podías rechazar los alimentos transgénicos sabiendo que tú no te morirías de hambre.

Los fetichistas de la naturaleza creen que la modernidad mata. Valoran la “pureza” y desprecian a las corporaciones. Sin embargo, la mayoría de los fetichistas son más astutos de lo que parecen. Pocos se pondrán en peligro o tan siquiera se incomodarán a sí mismos por sus creencias.

Pero los fetichistas sí están dispuestos a dejar que el planeta o las personas hambrientas en lugares lejanos sufran por sus creencias. Tomemos como ejemplo su oposición a la energía nuclear.

Necesitamos la energía nuclear para luchar contra el cambio climático. La energía nuclear seguirá siendo, durante mucho tiempo, nuestra mejor forma de proporcionar energía confiable y con bajas emisiones de carbono a gran escala. Incluso para el año 2050, cuando EEUU tiene la intención de llegar a las cero emisiones netas de carbono, las energías renovables representarán sólo el 42% de la generación de electricidad del país, ha proyectado la Administración de Información Energética.

Sin embargo, los fetichistas de la naturaleza han contribuido a que EEUU, Alemania y Japón se opongan a la energía nuclear. Los países desarrollados van en camino de perder dos tercios de su capacidad nuclear para 2040, según predicciones de la Agencia Internacional de la Energía. Curiosamente, el fetichismo de la naturaleza se ha vuelto antiverde.

La guerra de los fetichistas de la naturaleza en contra de los alimentos transgénicos es igualmente perjudicial. Por supuesto, la industria de los transgénicos necesita una estricta regulación. Pero los transgénicos pudieran ayudar a alimentar a la décima parte de la humanidad que está desnutrida. También tienen el potencial de diseñar nuevos cultivos que requieran menos fertilizantes, herbicidas y pesticidas. Los estudios académicos consistentemente han descubierto que los alimentos transgénicos son seguros para el consumo. En cualquier caso, como lo han señalado los científicos, casi todos los alimentos están modificados genéticamente.

Los mismos grupos fetichistas de la naturaleza que atacan los alimentos transgénicos también suelen atacar las vacunas. De hecho, algunos afirman que las vacunas contra Covid-19 Hay que reconocer que la corriente más bulliciosa entre los individuos antivacunas del mundo está formada por los trumpistas en EEUU, muchos de los cuales están dispuestos a morir por su ridícula causa. Aun así, los fetichistas de la naturaleza son sus 'compañeros de viaje' en un movimiento que puede ser tan mortífero como el terrorismo yihadista.

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