Año de desafíos
2013 será un año de grandes desafíos, por muy cliché que resulte esa expresión. Una rápida mirada al globo nos regala una buena cuota de incertidumbre. Benedicto XVI llamó a la humanidad a sumarse a una cruzada por la paz el pasado 1° de enero. La Iglesia comienza el año rezando por ella, como el don necesario para una real convivencia humana. "Nuestro tiempo, caracterizado por la globalización, así como por sangrientos conflictos aún en curso, y por amenazas de guerra, reclama un compromiso renovado y concertado en la búsqueda del bien común, del desarrollo de todos los hombres y de todo el hombre" señala en su mensaje.
El Papa llama la atención en dos puntos que, como dice él, causan alarma. Por una parte, "los focos de tensión y contraposición provocados por la creciente desigualdad entre ricos y pobres, por el predominio de una mentalidad egoísta e individualista". Y, por otra, "las diversas formas de terrorismo, como los fundamentalismos y fanatismos que distorsionan la verdadera naturaleza de la religión, llamada a favorecer la comunión y la reconciliación entre los hombres".
El occidente cristiano tiene una gran misión de ser promotor de paz -fruto de la justicia- y tolerancia en el mundo entero. La convicción de la intrínseca igualdad y dignidad de los hombres, desde su concepción hasta su ocaso natural; su llamado a construir una comunidad de hermanos; su vocación a convivir en paz, son algunos de los aportes originalísimos de la concepción cristiana del hombre. Hoy, más que nunca, es necesario recordarle a la humanidad estas verdades.
En el área chica, nuestra "copia feliz del Edén", los desafíos no son menores. Antes de nada, mi solidaridad con la familia Luchsinger. Y petición de que se aplique la ley. Urge una solución definitiva para "el problema mapuche". Ya la sola expresión es errada. "El problema" somos todos. La caricatura de "buenos y malos" o "más mano dura", no lleva a ninguna parte. Es más. Es la tensión que buscan alimentar los sectores más radicalizados y así justificar la escalada de violencia. La inmensa mayoría del pueblo mapuche quiere paz, más trabajo, mejores escuelas y calidad de vida. Un primer cambio es el de mentalidad en el resto de los chilenos, donde aún se notan recelos, clasismo -en el lenguaje y trato- que sólo agrava la tensión. Se puede llegar a soluciones como lo han hecho otros países en situaciones similares.
Y es año de elecciones. Un buen servicio a la patria será vivirlas en paz, concordia y cultura cívica, la misma que anhelamos para el mundo. Ahí, ganamos todos.