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Columnistas

Arquería

Padre Raúl Hasbún

Por: Equipo DF

Publicado: Viernes 12 de agosto de 2016 a las 04:00 hrs.

Bajo el lema "Altius, Citius, Fortius", los deportes olímpicos cobijan y subliman pacíficamente actividades típicas de las guerras de antaño: saltar, anticiparse, imponer fortaleza. Las armas entonces usadas eran las que hoy deportivamente llamamos bala, martillo, jabalina. Y por cierto la flecha, disparada mediante un arco. En esta disciplina olímpica está dando que hablar un chileno de 16 años, Ricardo Soto, que con serenidad abismante ha vencido, en duelos personales, a expertos arqueros de renombre mundial. Honra con ello una tradición que nos ha dado galardones internacionales en el tiro al platillo y en caza submarina. Tenemos, en Chile, campeones en el arte de dar en el blanco, lo que supone sobresaliente visión, cálculo, concentración, disciplina mental, preparación física e incesante repetición.


En este mismo Chile tenemos millones que cada domingo confiesan, golpeándose el pecho, que han pecado mucho, de pensamiento, palabra, obra y omisión. Probablemente ignoran que ese pecado se llama, en griego bíblico, "amartía", que significa errar en el blanco. Estupendo acierto, semántico y ético. Pensemos en los pecados capitales: soberbia, envidia, avaricia, intemperancia, lujuria, ira, indolencia. Tras de cada uno de ellos se esconde una energía y se gatilla un arma que apuntan a un blanco virtuoso y humanamente apetecible. El ser humano quiere y está dotado para ser más, escalar y hacer cumbre. Para ello necesita destrezas, talentos y modelos que brillan entre sus pares. Escalar, aprender, entrenar significa gastos enormes que se solventan con dinero. Alimentarse e hidratarse racionalmente es requisito indispensable para hacer cumbre y descollar profesionalmente. La íntima relación entre cuerpo y espíritu exige que el aspirante a campeón ame y se sienta amado, respaldado con esa incondicional solidaridad que hace, de dos, uno solo, multiplicando por dos la fuerza de uno. Los obstáculos, trampas e insidias que habitualmente se yerguen contra el aspirante al oro se superan con una sana e indómita rebelión contra toda injusticia. Para cuya templada dosificación se necesitan tiempos y hábitos de reposo sereno y ocio recreativo.


El pecado es siempre "amartía": errar en el blanco. No puedo hacer cumbre sin pedir y reconocer humildemente ayuda a quienes saben y pueden lo que yo no. Que otros brillen más que yo no me ensombrece, se agradece como se agradece la luz. Si nunca me canso de poseer dinero terminaré siendo poseído por el dinero. Comer y beber sin control me hará obeso o desnutrido, adicto, robótico, peligro para la sociedad. Amputar la energía sexual de su dimensión afectiva, unitiva y procreativa genera resaca, desencanto, frustración e íntima soledad. La ira destemplada engendra violencia. Trabajar con alegre esperanza es el único camino de superación.


El pecado no es caprichoso invento de los dioses ni arbitraria imposición clerical. Es disparar y malgastar noble energía humana en la dirección, medida y oportunidad inadecuadas. Atleta significa asceta.

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