Despertar ciudadano y reputación
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Claudio Ramírez
En estos días, donde proyectos se han paralizado, empresas son investigadas y connotados ejecutivos están en el ojo del huracán, sin duda se ha visto y reafirmado el poder inconmensurable de los ciudadanos.
Son estos días en que las introspecciones, mediciones internas y rankings dejan de tener sentido y donde toma valor, como nunca, el ciudadano y su poder movilizador como palanca inevitable de cambios sociales, políticos y empresariales.
En estos momentos es donde se hacen masivos y visibles términos como daño reputacional y reputación corporativa, todos términos de los que se habla mucho pero se conoce muy poco.
Si bien a pasos tímidos el término reputación ha ido ganando un sitial dentro de las empresas chilenas, y pese a que ha sido considerada uno de los activos intangibles más valiosos y con el devenir de los años convertido en una herramienta de generación de valor, hoy se hace urgentemente necesario que las empresas tomen conciencia de su existencia y utilidad.
Estamos frente a un escenario donde la estética ha sido destronada por la ética y donde se trata de avanzar hacia una mayor transparencia, la inclusión de la comunidad en la toma de decisiones y a valorar al ciudadano como un actor relevante en los planes corporativos. Sin embargo, parte importante de los avances que se han registrado en este punto tienen su origen en las demandas ciudadanas, amplificadas por asociaciones de consumidores, ONGs, medios de comunicación y el devenir inevitable de las redes sociales como un parlante para la difusión de reivindicaciones ecológicas, sociales y ciudadanas.
Hoy existe una ventaja competitiva importante en la forma en que la compañía entienda a este actor (ciudadano) y se plantee frente a él, de manera que cumpla lo que se espera de ella y de que entienda sus demandas como una oportunidad, más que una exigencia u obligación.
Sin lugar a dudas, el gran reto para las empresas reside en transformar el cumplimiento de estas exigencias en una manera de proyectar y gestionar su reputación, de convertir la satisfacción de éstas en un diferencial, en un nuevo standard, tanto dentro de su sector como a los ojos de la comunidad. Ese es hoy el desafío. Obviamente, hay trabajo por hacer; sin embargo, los hechos acaecidos estos días van a gatillar nuevos pasos, quizás no tan rápidos, pero al menos más decididos.