El “fracaso” de la COP30: hay patria allá afuera
Claudio Seebach Decano Facultad de Ingeniería y Ciencias UAI
La reciente COP30 en Belem, Brasil, ha estado probablemente entre las conferencias climática donde menos avances ha habido en su historia, marcada por un reporte previo que confirma la imposibilidad de contener el aumento de temperatura planetaria bajo 1,5° por sobre la era preindustrial, una ambivalencia y falta de liderazgo del país sede, una fuerte presión de los países productores de petróleo y la ausencia total de Estados Unidos.
Además, demostró una vez más que la regla de la unanimidad entre 195 países dificulta lograr avances más ambiciosos. Así el lugar donde ocurren las negociaciones, la Zona Azul, estuvo marcada por la imposibilidad de acordar un camino para abandonar los combustibles fósiles, de hecho, ni siquiera se pudo mencionar la palabra “fósiles” en la declaración final, una omisión que a muchos nos espanta y abruma.
“La oportunidad económica de reemplazar los combustibles fósiles es gigantesca, en la medida que transitamos desde una energía del siglo XX basado en petróleo, carbón y gas natural a una del siglo XXI basada en minerales”.
A pesar de este fracaso, Julio Cordano, director de Medio Ambiente, Cambio Climático y Océanos de la Cancillería de Chile, en entrevista con Paloma Ávila dijo: “Cuando uno sale de la Zona Azul, hay patria, porque como nunca antes, cada vez hay más iniciativas de las empresas, de la sociedad civil organizada, que van en la línea correcta. Esas iniciativas están basadas en ciencia”.
Y esa “patria” se refiere especialmente a Chile. El USGS estimó para 2024 el tamaño del mercado del petróleo crudo en US$ 2,9 millones de millones al año, más que la suma de los 10 metales más valiosos: oro con US$ 230 mil millones, hierro con US$ 180 mil millones, cobre US$ 150 mil millones, aluminio con US$ 140 mil millones, o litio con un poco más US$ 20 mil millones anuales. La oportunidad económica de reemplazar los combustibles fósiles es gigantesca, en la medida que transitamos desde una energía del siglo XX basado en petróleo, carbón y gas natural a una del siglo XXI basada en minerales.
Nuestro país ha demostrado que es posible liderar el desarrollo de energías renovables y almacenamiento gracias a las fuerzas de la innovación, la creación destructiva de los mercados competitivos, la inversión extranjera, el libre comercio, el desarrollo y atracción de talento, y la predictibilidad y confianza de largo plazo de las regulaciones y contratos, sin siquiera requerir aportar con subsidios públicos a las energías limpias, la electromovilidad o la climatización eléctrica.
Para poder enfrentar la crisis climática con la escala y velocidad requerida por la ciencia debemos potenciar la producción de cobre, litio y minerales críticos, fortaleciendo los principios que nos han llevado hasta el punto actual, pero acelerando la obtención de permisos ambientales y sectoriales en órdenes de magnitud, y sin rebajar el estándar ni los bienes públicos a proteger, promoviendo un mejor Estado, recuperar la colaboración público-privada y mayor confianza entre los diversos actores.
Así, no sólo nuestro país será un ejemplo global de cómo enfrentar la crisis climática con mejores mercados, integración global y buen gobierno, si no que además serán las tecnologías limpias y renovables las que desplazarán a los combustibles fósiles de manera competitiva y natural, y tal vez termine dando lo mismo que no podamos acordar en una COP su fin por escrito.
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