Columnistas

Empresas y políticos: Más de una relación

Nicolás León

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Todos los que de alguna forma conocen el mundo de los negocios saben lo pernicioso que es que no exista verdadera competencia. En actores con mucho poder, normalmente se presentan casos de abuso en la relación con los proveedores, barreras de entrada, precios más altos y otras ineficiencias sociales.


Esta lógica no es únicamente patrimonio de los negocios: en el mundo de las ideas y la política pasa algo similar. Cuando no se permite que nadie pueda desafiar una idea reinante o un político se aperna en su puesto también se generan externalidades negativas que muchas veces terminan con los escándalos de los que hemos sido testigos.


En el momento en que ciertas ideas ganan hegemonía cultural, y no existe el espacio para refutarlas debido a las barreras de entrada, regularmente asociadas a calificativos y vetos, comienzan a pasar dos fenómenos conocidos por la empresa.


Lo primero es que estas ideas se tornan ineficaces, en cuanto a que ya no convocan a nuevos públicos y tampoco entregan soluciones para los problemas de ese contexto. Reflejo de esto es que en la última encuesta CEP sólo el 3% tiene confianza en los partidos políticos. Luego, también es característico que esas ideas se muestren como añejas, porque la posición de confort hace que abandonen su presentación, y por muy vigentes que esté el fondo, se perciben como antiguas en sus formas. Piense en la desafección política de los jóvenes, en contra del florecimiento de los proyectos de tinte "social".


Es fácil notar cómo el "equilibrio" que se obtiene con la condición monopólica, en vez de profundizar en los conceptos de esa idea, más bien se preocupa de delimitar quiénes caben y quiénes no. El afán por conservar sus espacios de poder en vez de salir al encuentro de otras realidades, hace que en vez de bienvenidas y debates veamos vetos.


Al igual que lo que pasa en los mercados concentrados, cuando llegan los cuestionamientos a las posiciones dominantes, que han tejido sus redes de contacto, que se financian y operan de cierta forma y que se han criado en un estilo de hacer política, responden con un poco satisfactorio "esto era una práctica habitual". Cuando se les invita a renovarse y a dar tiraje a las nuevas generaciones lo que más se ve son discursos y muy pocos resultados concretos.


Cuando surgen nuevas fuerzas políticas, abundan las descalificaciones y escasean las alianzas. Se busca cada espacio de poder para difamar, privilegiando las interpretaciones en vez de las reuniones.


La solución no pasa por entregar espacios gratuitamente y ceder lo que con esfuerzo se ha logrado, pero si por la disposición a ser desafiado y emparejar la cancha. La honestidad intelectual nos obliga a evaluar las propuestas buscando verdad, y exige repensar lo nuestro tanto en forma como en fondo. Si las condiciones no están, la renovación difícilmente llegará.


Esperamos que la propuesta de limitar la reelección de todos los cargos públicos sea un primer paso para que fomentemos una cultura de la promoción, con espacio para las nuevas ideas y personas con interés por lo público. Contra todo pronóstico, aún habemos muchos con ganas de demostrar con nuevas ideas que otro modo es posible.

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