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Estrategia y tácticas

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Es común que “estrategia” y “tácticas” se utilicen indistintamente en cualquier acción que una organización desempeña para conseguir algún objetivo, sin considerar las importantes diferencias que existen entre ambas. Mientras la estrategia es más abstracta y está basada en metas de mediano y largo plazo, las tácticas son más concretas y consisten en seleccionar el movimiento adecuado para cada momento.

En palabras del gran maestro de ajedrez y ex-campeón mundial Garry Kasparov, en su libro “Cómo la vida imita al ajedrez”, un jugador táctico “está en su elemento cuando tiene que reaccionar ante las amenazas, y medir las oportunidades sobre el terreno de juego”. De aquí que resulta fundamental tener tácticas y emplearlas efectivamente. El problema, sin embargo, se produce cuando no hay movimientos claros para avanzar, es decir, cuando es necesario decidir y actuar con una visión estratégica, más que reaccionar.

Es entonces cuando destaca el estratega, quien descubre un nuevo camino para progresar, fortalecer la posición y prepararse para los inevitables conflictos futuros. En esa búsqueda se amplía la visión para evaluar las consecuencias de nuestras decisiones tácticas. Como diría Kasparov: “Se necesita de la estrategia para que las tácticas mantengan rumbo”.

Veamos el caso de los inicios de la aviación. Es conocido que los hermanos Wright fueron los primeros en lograr el primer vuelo, aunque creyeron que el aeroplano sería más bien una novedad y solo un deporte, mostrando una falta de visión estratégica. Como contrapartida, un joven de Seattle, que recién había abandonado ingeniería en Yale, tenía como visión el potencial del vuelo y cómo materializarla. En efecto, la estrategia de William Boeing era especializarse en tecnología aeroespacial y sus movimientos tácticos fueron desde tener acceso a ingenieros especialistas, construir un túnel de viento para investigar el movimiento del aire en objetos sólidos, hasta incluso desarmar y trasladar sus prototipos de aviones hasta Florida (a unos 3.000 kilómetros) para probarlos frente a la fuerza aérea en plena Primera Guerra Mundial. El éxito de conducir sus tácticas cotidianas, desde una mirada estratégica de largo plazo, permite que hoy viajemos en aviones Boeing y no en aviones Wright.

Así, con la práctica de incorporar nuestros objetivos estratégicos a nuestro análisis táctico, reaccionamos con más rapidez y precisión. Con esto logramos que la estrategia y las tácticas se apoyen, a pesar de sus diferencias.

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