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Columnistas

¿Gobernabilidad sin gobernanza?

Tamara Agnic directora ejecutiva de agnic consultores y ex superintendente de pensiones

Por: Equipo DF

Publicado: Viernes 12 de agosto de 2016 a las 04:00 hrs.

Por estos días, el ministro vocero de gobierno dijo que el modelo de gobernabilidad está agotado, generando estupor entre dirigentes de oposición y también de los partidos del oficialismo. Leyendo bien sus palabras, entiendo que en ningún caso el ministro Díaz habló de que estuviéramos en una situación de ingobernabilidad, sino que planteó el tema de fondo que tiene a las élites política y empresarial tan contrariada con el actual modelo de liderazgo político de La Moneda: el cuestionamiento a la forma tradicional de la toma de decisiones y el cuestionamiento -justamente- al rol de esas élites.

Es evidente que hay un fenómeno que se viene anidando hace ya algunos años: el creciente descontento de la ciudadanía ante la percepción de abusos de parte del mercado y el creciente interés de esos mismos ciudadanos por participar de la toma de decisiones sin que la democracia participativa les parezca suficiente.

Visto así, el modelo de gobernabilidad al que estábamos acostumbrados claro que está en entrevero. La llamada “democracia de los acuerdos” mantenía en esencia el poder de negociación a las élites, dejando fuera a la ciudadanía que sólo podía expresarse al momento de elegir a los representantes políticos.

Bueno, el desafío para todos los actores, tanto institucionales, privados, públicos y sociedad civil, es saber leer este fenómeno y aprender a “surfear” en estos cambios antes de ser arrastrados por la ola, todos por igual.

Eso no quita la validez de la pregunta inicial. ¿Se puede aprender o asumir una nueva forma de gobernabilidad sin darle gobernanza al gobierno? Muchas veces, vale la pena separar lo que es la crítica política al gobierno de lo que son observaciones a la gestión neta de la política, donde es justo y leal hablar con la verdad acerca de errores que muestran un fallo o ripios en la gobernanza.

Hay claras señales de canales de comunicación febles o incluso inexistentes, desconfianzas en y entre los colaboradores, stakeholders y públicos de interés del conglomerado oficialista y -tal vez lo más relevante- indicadores de gestión poco claros, o quizás poco conocidos, metas algo difusas o inabordables dado el contexto político e institucional actual.

Parece ser que falta que la “idea de gobierno”, la estrategia, efectivamente comande las acciones del gobierno, haciendo que los intereses particulares se subordinen a esa idea de gobierno. Síntomas como el secretismo, la sorpresa, el “me enteré por la prensa”, la irresponsabilidad o desinformación negligente de parlamentarios ante las propias medidas del gobierno, son muestras palpables de un tema de gestión neta que podrían ser corregidas con liderazgo, comunicación y buena voluntad -por cierto- de todos.

Sí, es muy probable que la sociedad chilena transite hace rato a un modelo de gobernabilidad nuevo, más participativo y más inclusivo, pero eso no es excusa para perder la gobernanza de la política. Una de esas reglas basales tiene que ver con la subordinación de las agendas particulares al plan maestro y eso -hay demasiadas evidencias públicas- no se está cumpliendo, en una administración que de buena fe ha intentado transitar por estas nuevas formas de hacer política, pero que ha equivocado a ratos las claves acerca de cómo dar coherencia y gobernabilidad a sus propias acciones.

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