Hacia la regulación de la economía de datos
Rodrigo León Urrutia Silva Abogados
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Rodrigo León Urrutia
Hoy es una verdad declarada que la economía funciona en base a la explotación de datos. Las grandes empresas tecnológicas como Google, Facebook o Amazon, cuya capitalización bursátil representa más de 20 veces el PIB completo de Chile, viven y se desarrollan en el mundo de la data. Sin la enorme cantidad de datos generados por la sociedad y su organización, tratamiento y cruce, dichas empresas no existirían.
Lo más probable es que usted nunca le haya pagado un peso a Google, pero sigue siendo la empresa más poderosa del mundo. ¿Por qué? Precisamente porque estas compañías viven de los datos que generamos y que recolectan a través de todo tipo de dispositivos.
Lo anterior ha tenido un despegue exponencial y sin parangón en la historia, primero a consecuencia de la digitalización que empezó en los años 70 y luego con el nacimiento de Internet en los 80. Esto, sumado al desarrollo tecnológico del almacenamiento de datos: del viejo floppy disk de 1,44 megas a pendrives de terabytes; del procesamiento de datos de los primeros microchips en los 70 a procesadores millones de veces más rápidos; o de la velocidad de la comunicación de los antiguos módems telefónicos de los años 90 a la fibra óptica que tenemos en la actualidad. Se dice que todos los datos que se generen en los próximos dos años serán más que todos los generados por la humanidad hasta el día de hoy.
Todo esto ha creado una especie de tierra digital de códigos binarios en que la minería de datos y su procesamiento no tiene mayores regulaciones, permitiendo la concentración de poder económico y la existencia de mega empresas del dato que todo lo saben y todo lo proyectan: el Gran Hermano digital orwelliano.
Pero este mercado del laissez faire digital ha tenido este año un hito regulatorio muy importante con la entrada en vigencia del Reglamento Europeo sobre protección de datos personales. Esta normativa será un antes y un después en la regulación de este mercado, porque como nunca se había hecho en el pasado se crean nuevos derechos para los ciudadanos, se fortalece la fiscalización del tratamiento de datos y las multas a las empresas tecnológicas. Así, por ejemplo, las sanciones pueden llegar al 4 % de la facturación anual, existiendo ya varias demandas por miles de millones de euros dirigidas en contra de estas compañías.
Chile no es ajeno a este fenómeno regulatorio y nuestro proyecto de ley, que modifica la Ley 19.628 sobre tratamiento de datos personales, sigue muy de cerca la normativa europea, no solamente en la sanción del 4 %, sino que también en la suspensión y prohibición de tratar datos, ergo, la muerte de la empresa.
De esta forma, el gran desafío es entender que el mercado de datos es necesario, pero que debe ser regulado armonizando dos principios básicos: la protección de nuestros datos y la suficiente libertad de circulación de estos. ¿Seremos capaces de lograrlo?