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Columnistas

I love me

Por: Equipo DF

Publicado: Lunes 3 de septiembre de 2012 a las 05:00 hrs.

La última encuesta CEP trajo datos reveladores. Entre los negativos, está nuestra creciente desconfianza. No le creemos a (casi) nadie. Miramos de reojo a nuestro alrededor, al vecino ¡hasta a los amigos! Comprensible, si se miran las estadísticas que hablan de la gran cantidad de chilenos violentados a través de algún robo, violecia o maltrato. Deambula mucha gente con heridas; dolores producto de malas relaciones, frustraciones o decepciones. Sólo queda levantar cabeza, hacer “de tripas corazón” y descubrir lo bueno de los tragos amargos. De toda mala experiencia se puede sacar una lección positiva y, tras un traspié, bueno es aprender de ella.

Otros datos refuerzan aspectos positivos. Buena parte de los chilenos se considera “feliz”. La prensa destacó una alta cifra, cerca del 80%. Uno de cada ocho personas se siente “satisfecho o más que satisfecho” con su existencia. No sé si creer que sea tan alto. Somos dados a las caretas y falsas apariencias. A nadie le gusta pasar por tristón, desanimado o amargado. Hacemos alarde del lado amable de nuestra vida. Tiene mucho de bueno, pero mejor sería confrontarse en forma realista con la vida, aprender y encarar los traspiés. Resulta sanador reconocer y abordar con madurez los momentos tristes. Así y todo, me alegra que una mayoría contemple la vida con esperanza y optimismo.

Pero lo preocupante en esto es que se trata de una felicidad construida a pesar o sin el otro, vale decir solos. En efecto, la mayoría de los chilenos dice “no deberle mucho a la sociedad”. Y con esto no hablamos del gobierno, el Estado o las instituciones: hablamos del vecino, los amigos o barrio. Una pena ese aire de superación que se ha forjado prescindiendo del otro. O al menos, sin contar con quien tengo a mi lado. Y. peor aún, sin agradecer en algo al vecino el propio éxito.

Es falso eso de que nos domina un “gen egoísta”, el que nos hace pensar sólo en nosotros. El ser humano está hecho para la convivencia y la solidaridad. Es mayor el número de personas dispuestas a tender una mano al otro, si se encuentra en un entorno dispuesto a lo mismo. Sociedades de individuos egoístas, pensando sólo en su progreso, están condenadas al fracaso.

Quizá nos mostremos felices. Ya es un paso importante. Pero podemos serlo de veras si nos damos más al otro; si quien tenemos al lado es objeto de nuestras preocupaciones; si nos compartimos y ayudamos mutuamente. Pruebe a hacerlo. Será más feliz.

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