Interlocking y Ley de Cuotas en Directorios: un reto a la diversidad
SOFÍA O’RYAN Abogada, integrante de Red ProCompetencia
Hace unas semanas se promulgó la Ley “Más Mujeres en Directorios”, que fija cuotas mínimas de representación por sexo en sociedades anónimas abiertas y empresas estatales, buscando -según señaló el Ejecutivo- promover una economía más competitiva, innovadora e inclusiva. La regla parte con un piso de 20% de mujeres en 2027 y llega al 40% en 2031, con sanciones que van desde multas hasta la suspensión de derechos.
Con la entrada en vigencia de la cuota, la tentación de recurrir a las mismas directoras que ya ostentan reputación, reconocimiento regulatorio y capital político será alta. Aun más considerando que actualmente apenas un 15% de los miembros de directorios son mujeres y que aproximadamente el 5% de ellas concentran más del 40% de los asientos femeninos disponibles. Pero el margen para hacerlo se ha estrechado drásticamente.
“No se trata solo de sumar nombres femeninos, sino de diversificar la mirada estratégica en los directorios y evitar repetir el mismo rostro en un puñado de compañías. No podemos sentar a la misma directora en múltiples mesas, especialmente si las compañías compiten entre sí.”.
La Fiscalía Nacional Económica (FNE) y el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia (TDLC) han venido alertando respecto de la concentración, tanto a través del informe presentado en la consulta de conglomerados, como en los recientes fallos sobre interlocking.
Sectores financieros y de seguros, manufactura y comercio exhiben los mayores niveles de propiedad cruzada. Estos rasgos, combinados con reiteración de cargos, disparan el riesgo de interlocking, lo que se exacerbará aún más si se cumple la cuota sin expandir el pool de candidatas.
Esto toma más relevancia si nos fijamos en las interpretaciones del TDLC respecto del alcance del interlocking en sus últimas decisiones: hay prohibición absoluta de sentarse simultáneamente en directorios de empresas rivales, incluyendo supuestos en que el vínculo se produce a través de filiales o vehículos societarios que compiten aguas abajo; es decir, basta la coincidencia de directorios en empresas competidoras -o pertenecientes a grupos que compiten- para configurar la conducta, sin necesidad de probar efectos. Todo ello aparejado de altísimas multas para los implicados y sus empresas.
Así, la combinación de la nueva ley de cuotas y la jurisprudencia del TDLC produce un doble reto. Si históricamente el desafío consistía en incorporar mujeres a los gobiernos corporativos, hoy la conversación avanza hacia incorporar mujeres diferentes y -en lo posible- sin conflictos que pudiesen posibilitar coordinación entre competidoras. No se trata solo de sumar nombres femeninos; se trata de diversificar verdaderamente la mirada estratégica en los directorios y, al mismo tiempo, evitar repetir el mismo rostro en un puñado de compañías.
En conclusión, no podemos sentar a la misma directora en múltiples mesas, especialmente si las compañías compiten entre sí.
Tampoco basta con evitar la coincidencia directa; las decisiones del TDLC han extendido el alcance del interlocking a supuestos indirectos y a conglomerados.
Si queremos que la cuota sea un motor de innovación y no un generador involuntario de riesgos anticompetitivos, las empresas deberán ampliar el radar de talento femenino, robustecer sus políticas de compliance e implementar cortafuegos estrictos que impidan cualquier traspaso de información estratégica.