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Jorge Sahd

Brics or not to Brics

JORGE SAHD K. Director Centro de Estudios Internacionales UC

Por: Jorge Sahd

Publicado: Miércoles 9 de julio de 2025 a las 04:04 hrs.

Jorge Sahd

Jorge Sahd

¿Conviene a Chile sumarse al Brics? La pregunta volvió al debate público luego de la participación del Presidente Boric en la Cumbre en Río de Janeiro, liderada por un entusiasta Lula que en su versión 2.0 mira más el mundo que Latinoamérica. La admiración del mandatario chileno hacia el brasileño es evidente, quien ejerce una especie de “autoridad moral” sobre el primero. Pero esos símbolos y emociones no justifican una decisión de política exterior. 

Los Brics (por sus siglas, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) surgieron como un grupo de economías emergentes con alto potencial de desarrollo al 2050; pero en el camino reveló su fuerte componente geopolítico, de reforma del sistema internacional actual y de ser un contrapeso financiero y estratégico de las potencias occidentales tradicionales lideradas por Estados Unidos. O sea, un bloque que va mucho más allá de meros intereses económicos y que en la actualidad ha sumado países antagónicos como Irán y Arabia Saudita, y otros como Emiratos Árabes, Egipto o Etiopía.

“Para Chile no hay un beneficio concreto en adherirse, pero sí riesgos de incomodidad -incluso tensión- al formar parte de un bloque político cuyos verdaderos liderazgos tienen visiones geopolíticas profundamente distintas a las nuestras”.

Para Chile sumarse al BRICS es una mala idea política. Conceptos como la defensa de la democracia y los derechos humanos que promueve nuestro país, distan mucho de aquellos promovidos por países como China y Rusia, verdaderos líderes del bloque. ¿Cómo actuaría el país al momento de las declaraciones o definiciones políticas? ¿Cómo se movería en un espacio donde temas fundamentales son diametralmente distintos? Por lo tanto, pensar en una convergencia sería una ilusión. 

En el plano económico, tampoco es una buena idea sumarse al BRICS. Aunque los números del bloque impresionen y lo integren nuestro principal socio comercial mundial y regional – China y Brasil, respectivamente - con ambos la relación es sólida hace décadas. Tampoco el bloque es determinante para que Chile avance en una mayor diversificiación comercial, porque la vía para profundizar la inserción con mercados de alto potencial como India, Emiratos Árabes o Arabia Saudita es través de las negociaciones directas que ya se llevan a nivel bilateral. Plantear que los Brics es una vía para diversificar no solo es forzada, sino poco útil. No es el espacio ni el medio.

El Brics no es la salvación ni tampoco el demonio, como muchas veces se plantea en el debate. El punto es otro: para Chile no hay un beneficio concreto en adherirse a este grupo, pero sí riesgos de incomodidad -o incluso de tensión- al formar parte de un bloque político cuyos verdaderos liderazgos tienen visiones geopolíticas profundamente distintas a las nuestras. 

La política exterior debe estar más allá de la admiración mutua de dos Presidentes o las afinidades políticas de gobernantes de turno, sintomático de la dificultad latinoamericana de construir relaciones de Estado. Tampoco debe inspirarse en un sentimiento “anti Trump”, porque Estados Unidos es mucho más que su mandatario actual. Decisiones de esta naturaleza tienen alcances mucho mayores que un período de gobierno; por eso, en “política exterior hay que respirar hasta 10”.

Integrar el Brics no es conveniente para nuestro interés nacional, pues no se vislumbran beneficios reales que superen los costos y nos adentra en un espacio geopolítico incómodo para nuestra tradición de política exterior. Una política exterior que, mientras esté más cerca de Cancillería y más lejos de los tweets, será mejor para Chile.

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