Jorge Sahd

¿El envase o el contenido?

Director Centro de Estudios Internacionales y profesor Derecho UC

Por: Jorge Sahd | Publicado: Miércoles 8 de marzo de 2017 a las 04:00 hrs.
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¿Qué es más importante?, ¿el envase o el contenido? Un envase atractivo pero con un mal producto tendrá buena venta inicial pero será abandonado. Mientras tanto, un buen producto con un mal envase será muy difícil de vender y deberán hacerse enormes esfuerzos para que tenga éxito.

Algo de esto ocurrió con el Acuerdo Transpacífico, conocido como TPP. Un producto bueno, pero con un envase poco atractivo. Una imagen que incluso lo llevó a transformarse en un símbolo antiglobalización, como una amenaza a la creación de empleos y desarrollo de los países. Es muy difícil combatir la crítica emocional con el análisis racional. La resistencia al TPP y al comercio mundial en general presenta una fuerte carga emocional de los llamados “perdedores de la globalización”. ¡Qué paradoja que incluso en Chile existan grupos opositores a la apertura económica, que nos ha permitido pasar de un pequeño mercado de 18 millones de personas a uno compuesto por cientos de millones!

Sin un renovado apoyo público al libre comercio y una forma más tangible de mostrar sus beneficios, es muy difícil que avancen las negociaciones comerciales en los nuevos tiempos. Comunicar, comunicar y comunicar parece ser la consigna para los próximos años.

El comercio está cambiando y las reglas que lo rodean también deben hacerlo. Las negociaciones ya no se limitan a la rebaja de aranceles y eliminación de cuotas, sino que a un conjunto de materias que buscan la facilitación del comercio. Simplificación y agilización de trámites, aduanas modernas, o las reglas de origen son hoy determinantes para el intercambio comercial e inversión. Así lo confirma la encuesta sobre la situación de las empresas japonesas en América Latina, realizada por la Japan External Trade Organization, donde los tiempos y complejidad para tramitar certificados son las principales dificultades para comerciar con Chile.

Las plataformas digitales son un nuevo fenómeno para el intercambio mundial. En el caso de los bienes, el comercio digital ya alcanza prácticamente un 15%, mientras que para los servicios se empina a un 50%. Sumemos las cada vez más desarrolladas cadenas globales de valor, donde un producto como un avión es fabricado por más de cinco países. Éstas son tan relevantes que, de hacerse efectiva una sobretasa del 35% a las importaciones mexicanas, no sólo se afectaría a millones de consumidores sino que además a la competitividad de miles de empresas norteamericanas que importan insumos desde México para producir sus bienes finales.

Con un comercio cambiante, el proteccionismo también lo hace, y se sofistica, lo que hace más difícil enfrentarlo. Las barreras al libre comercio han evolucionado desde altos aranceles hacia barreras no arancelarias, como medidas sanitarias, regulaciones administrativas y obstáculos técnicos al comercio. Éstas han aumentado en el último tiempo y sin un mecanismo efectivo de solución de controversias, las empresas quedan extremadamente expuestas.

El TPP se hacía cargo de gran parte de estas realidades, o sea, su contenido era bueno. ¿Por qué no aprovecharlo? Después de largas negociaciones, hay una oportunidad para que lo acordado por el TPP sea aprovechado por otras instancias multilaterales, como la propia Alianza del Pacífico. A su vez, puede servir de referencia para futuras negociaciones comerciales, como la creación de una zona de libre comercio de Asia-Pacífico para los miembros de la APEC (FTAAP) o para profundizar acuerdos comerciales que Chile tiene vigentes. Desaprovechar el contenido y lo avanzado estos seis años sería un profundo error.

Chile convocó la próxima semana a altas autoridades de los países miembros del TPP, incluyendo a China, para explorar posibles caminos de integración con las economías del Asia-Pacífico. Sin duda, es una buena señal que nuestro país tome el liderazgo desde América Latina. Pero más importante aún, es una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso con el “contenido”, con ese conjunto de políticas públicas y buenas prácticas que nos permitan profundizar nuestra participación en el mundo.

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