¿Puede estallar la Eurozona?
Como algunos lectores se acordarán, desde estas columnas he estado señalando el gran peligro que se cierne sobre la eurozona...
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José Manuel Silva
Como algunos lectores se acordarán, desde estas columnas he estado señalando el gran peligro que se cierne sobre la eurozona.
La primera columna la escribí hace un año y se llamaba “una tragedia griega”. La última, es de hace un mes, “Grecia, de nuevo”. Sin embargo, la mejor frase que describe lo que está ocurriendo en Europa la escribió uno de los más destacados columnistas del Financial Times, Martin Wolf, en su columna del 31 de mayo y publicada en este medio el día 1° de junio. Todos lo que se interesen en este tema debe leerla y releerla. Parte así: “La zona del euro, como se diseñó, ha fracasado. Se basaba en un conjunto de principios que han demostrado ser inviables en el primer contacto con una crisis financiera y fiscal. Sólo tiene dos opciones: avanzar hacia una unión más estrecha o retroceder a lo menos a la disolución parcial. Es lo que está en juego”.
Wolf explica luego en su artículo, que el euro debía funcionar en teoría como lo hacía el patrón oro. En este esquema, cuando un país tiene un déficit, éste es financiado por el sector privado internacional. Cuando la confianza se acaba, se seca el flujo financiero y el país en cuestión debe ajustarse, realizando lo que hoy se denomina una devaluación interna: un proceso prolongado de caída en los precios internos y en el valor de los activos del país deficitario, hasta que este ajuste en precios relativos atraiga nuevos capitales por un lado y promueva las exportaciones de dicho país por otro. Esto funcionó relativamente bien en la Europa del siglo XIX. Sin democracia, sin sindicatos, con un gasto fiscal que no sobrepasaba el 10 % del PGB (versus casi 50 % hoy en día en Europa), y con la flota británica dispuesta a realizar un bloqueo frente al país que se atreviese a no pagar su deuda. A modo de anécdota, a fines del siglo XIX, Grecia, un eterno mal pagador, tenía “embargada” su recaudación fiscal en beneficio del tesoro inglés.
El problema es que el déficit de Grecia, Portugal, Irlanda y España, fue financiado por bancos franceses y alemanes. A su vez, los bancos locales financiaron sea al sector privado local (España, Irlanda) o al gobierno (Grecia, Portugal). Cualquier “reperfilamiento” de la deuda soberana puede entonces gatillar la quiebra de la banca local y luego de la internacional que prestó pensando que el riesgo griego o portugués era lo mismo que el alemán (eso era lo que decía el mercado hasta fines del año 2009). Hasta ahora ha sido el banco central europeo ECB) quién ha puesto el hombro, comprando bonos soberanos de Grecia, Irlanda o Portugal y financiando a la banca privada local con líneas especiales. Eso ha equivalido a financiar los déficits fiscales de cada país periférico vía el ECB. Esto ha provocado una gran asimetría en el sistema intra-europeo de neteo entre bancos centrales. El banco central alemán siendo el gran acreedor (325 mil millones de euros en acreencias) y los bancos de Irlanda, Grecia, Portugal y España, los grandes deudores. Cualquier default de alguno de estos países, podría arrastrar al banco central acreedor. En última instancia ello equivale a un proceso de transferencia de riqueza permanente desde el corazón de Europa (básicamente Alemania) a la periferia. La última vez que este tipo de transferencia ocurrió entre Alemania y Francia luego de la primera guerra mundial todo terminó muy mal como lo predijo entonces un joven economista llamado Keynes.