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¿La eurozona nuevamente al borde del abismo?

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Cuando el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, anunció a fines de julio que el BCE “haría lo que fuera necesario” para impedir el llamado “riesgo de re-denominación” (la amenaza de que algunos países pudieran verse obligados a abandonar el euro y volver a introducir sus propias monedas), los rendimientos de los bonos soberanos españoles e italianos cayeron de inmediato. Luego, a principios de septiembre, el Consejo de Gobernadores del BCE respaldó la promesa de Draghi, calmando aún más los mercados.



La marea de la crisis, al parecer, había empezado a cambiar, particularmente después de que la Corte Constitucional alemana defendió el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), el fondo de rescate de Europa. A pesar de la imposición de condicionalidad por parte del BCE a los beneficiarios de sus compras de bonos “potencialmente ilimitadas”, los mercados financieros en toda Europa y Estados Unidos registraron un alza importante.

Sin embargo, da la impresión de que la euforia duró poco. Los rendimientos de los bonos gubernamentales españoles e italianos han vuelto a subir de a poco, y el estado de ánimo de los inversionistas bursátiles se está avinagrando. ¿Qué fue lo que salió mal?
Cuando recibí con beneplácito la fuerte declaración de Mario Draghi en agosto, sostuve que el nuevo programa de “transacciones monetarias directas” del BCE necesitaba ir de la mano de un avance hacia una eurozona más integrada, con una autoridad fiscal, una unión bancaria y alguna forma de mutualización de la deuda. El éxito del programa de las transacciones monetarias directas, dije en su momento, presuponía un cambio decisivo en el conjunto de las políticas macroeconómicas en toda la eurozona.

El MEDE, respaldado por el BCE, podría transformarse en una versión europea del Fondo Monetario Internacional, y los nuevos fondos en el presupuesto europeo podrían convertirse, con el apoyo del Banco Europeo de Inversiones, en el Banco Mundial de Europa. Todo esto llevará tiempo, pero se están dando pasos en la dirección correcta.

Donde prácticamente no se registró ningún progreso es en la recalibración del conjunto de políticas macroeconómicas. La estrategia prevaleciente en Europa sigue siendo simplemente la de forzar una devaluación interna en los países del sur, con una austeridad excesiva destinada a causar una profunda deflación de salarios y precios. Aunque se está logrando cierta devaluación interna, ésta está generando tantos trastornos económicos y sociales que no existe una respuesta rápida, a pesar de las reformas estructurales que acompañan.

Por cierto, la espiral deflacionaria, particularmente en Grecia y España, está haciendo que la producción se contraiga tan rápidamente que los mayores recortes del gasto y los aumentos impositivos no están reduciendo los déficits presupuestarios y la deuda pública relativa al PBI. Y la solución preferida de Europa -más austeridad- sólo hace que los objetivos fiscales se desvanezcan más rápidamente. En consecuencia, los mercados nuevamente han comenzado a medir el PBI para que incluya alguna probabilidad de re-denominación de la moneda, haciendo que los ratios de deuda parezcan mucho peores que aquellos que se basan en la certeza de una continua pertenencia al euro.

Los países del norte sostienen que si se permite un crecimiento de los salarios y se fomenta la demanda doméstica se reduciría su competitividad y su excedente comercial. Pero ése es un error: los países con excedentes deben contribuir tanto como los países con déficits al requilibrio global y regional, porque la economía mundial no puede exportar al espacio exterior. Este argumento siempre se enfatizó cuando el excedente chino se consideraba excesivo, pero prácticamente se lo ignora cuando se trata del norte de Europa.

Si los políticos y economistas conservadores en el norte de Europa siguen insistiendo en aplicar un conjunto equivocado de políticas macroeconómicas generales en Europa, bien podrían generar el fin de la eurozona y, con él, el fin del proyecto europeo de paz e integración como lo hemos conocido por décadas. Esto no pretende ir en contra de la necesidad de vigorosas reformas estructurales para mejorar la competitividad en el sur; es para darles a esas reformas la oportunidad de ser exitosas.




Copyright: Project Syndicate, 2012.

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