Columnistas

La maraña europea de David Cameron

  • T+
  • T-

Compartir

El discurso sobre Europa del primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron, pronunciado el 23 de enero, fue sólido y brillante, encarnó una concepción audaz y ofreció buenos argumentos. En particular, había tres aciertos en él, pero plasmar esos argumentos en una realidad institucional será un empeño casi imposible.

En primer lugar, Cameron está en lo cierto al subrayar la urgente necesidad de una renovación del apoyo popular a la Unión Europea. El porcentaje de europeos que consideran que la UE es “algo bueno” está disminuyendo constantemente.

Las democracias requieren un debate real. Sin embargo, muchas decisiones sobre el futuro de Europa y la zona del euro se adoptan en ámbitos muy tecnocráticos y la mayoría de los ciudadanos no entiende lo que ocurre en realidad y menos aún piensan que a las autoridades les importe. Se puede debatir si un referéndum es el vehículo más apropiado para pedir su asentimiento, pero no se puede dejar de hacerlo.

Como dijo Cameron: “La distancia existente entre la UE y sus ciudadanos ha aumentado enormemente en los últimos años y representa una falta de rendición democrática de cuentas y asentimiento que se siente -en efecto- con particular intensidad en Gran Bretaña.” Abordar el imperativo político de frente es mucho mejor que intentar evadir el debate.

En segundo lugar, Cameron estuvo en lo cierto al decir que “las medidas necesarias para salvar la zona del euro transformarán la Unión Europea tras la crisis de la zona del euro (...) hasta el punto de resultar irreconocible”. No discutió que la zona del euro necesitara más integración, pero observó correctamente que el grado necesario de integración política no resultaría cómodo a los ciudadanos británicos y a otros de la UE.

Por último, Cameron sostiene que la UE no es un fin en sí misma, sino que debe lograr unos resultados económicos mejores para sus ciudadanos insistiendo en el imperativo de la competitividad, en particular respecto de los nuevos países en ascenso. En su discurso subrayó la debilidad económica de muchos miembros de la UE.

Pero la concepción de Cameron sobre el futuro institucional de Europa resulta difícil de plasmar en formas viables. Propugna una Europa “a la carta”, al menos para quienes no forman parte de la zona del euro. Acaricia la posibilidad de que el Reino Unido y otros países de la UE que han preferido permanecer fuera de la zona del euro negocien un “trato” especial y específico con la UE, eligiendo de entre sus diversas dimensiones las que les beneficien más y les cuesten menos.

Al pensar en las consecuencias que semejante Europa tendría en las instituciones de la UE, hemos de preguntarnos cómo funcionarían la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y el Consejo de Ministros. ¿Habría un conjunto de subinstituciones para cada uno de los países que hayan concertado un pacto especial con la Unión: una Comisión para la zona del euro y Suecia y otra para la zona del euro y el Reino Unido, pongamos por caso?
¿Y se fragmentaría el Parlamento Europeo de forma similar? ¿Tendría el Consejo Europeo un conjunto diferente de miembros? ¿Cuántas cláusulas de exclusión temporales o permanentes puede haber? ¿Cómo podrán los ciudadanos de Europa, que ya tienen demasiados problemas con las complejidades de la gobernación europea, entender la maraña de semejante estructura?
Y, sin embargo, Cameron está en lo cierto al creer que no todos los miembros de la UE querrán o podrán formar parte de una zona del euro más integrada. Tendrá que haber cierta flexibilidad para que la UE no se contraiga y se vuelva una zona del euro más pequeña. La participación británica en la UE es importante para muchos en Europa.

Una forma de superar el dilema podría ser la de articular un futuro institucional en el que hubiera esencialmente sólo dos tipos de países dentro de la UE y del mercado único: los de la zona del euro y los que tienen monedas nacionales. Tendría que haber dos conjuntos de instituciones de la UE, una para la zona del euro y otra para los países que no forman parte de ella, aunque se superpondrían.

Habría que concretar muchos detalles, pero ésta puede ser una concepción que brinde a Europa una oportunidad de seguir siendo grande y no excluyente y al tiempo conservar el núcleo políticamente integrado que necesita la zona del euro.

Copyright: Project Syndicate, 2013


Lo más leído