Los inventores en Chile siguen en una especie de indefensión respecto de la propiedad de sus creaciones, mientras el mundo avanza firme en la protección de sus genios intelectuales. Ya en el ámbito privado, los emprendedores muchas veces postergan la necesidad de patentar sus proyectos, para priorizar otras necesidades durante el difícil proceso de poner en marcha su negocio. Y en el público, no existe un único criterio que permita, desde el Estado chileno, guiar a esas personas que desarrollan productos y servicios innovadores. Precisamente por estos vacíos es posible que nunca lleguemos a visualizar, ni menos utilizar, los inventos made in Chile, con las incalculables pérdidas que ello implica para nuestro desarrollo interno.
En este escenario, sin embargo, un avance importante es el que está dando el Instituto Nacional de Propiedad Industrial para equiparar los criterios bajo los cuales las distintas organizaciones del Estado involucradas en el tema otorgan financiamiento a investigadores e inventores. Mientras en instancias como Corfo el investigador que accede a recursos sigue siendo dueño de su invento, en otras obtener una patente implica la devolución de los fondos concursables a los que se accedió para financiar dicho proyecto, lo que tiene consecuencias directas en su visibilidad, aplicación y aporte a la comunidad.
En Europa y EEUU existen organismos especialmente dedicados al tema, que hacen investigación propia y que incluso se hacen cargo de patentar aquellos inventos que sus propios creadores han querido mantener sólo hasta el estudio de factibilidad. Así, aseguran que el objeto o servicio creado pueda ser conocido e incluso producido a escala masiva para su uso.
La idea de Inapi para Chile es unificar criterios, con el objetivo de establecer deberes y derechos para las instituciones beneficiarias y para los creadores. Hasta ahora, sabemos que la idea es que cada inventor sea el propietario inequívoco de su creación, un principio básico de justicia para quienes han dedicado años, por sacar adelante su investigación. El paso siguiente, que muchas veces nunca llega a concretarse, es que el invento o creación se haga público, como parte del proceso de patentamiento, de manera que su aporte se masifique y sea conocido por la comunidad -esto es por los contribuyentes, que precisamente han financiado la investigación-, e incluso me parece oportuno si el creador desiste de patentar o decide entregar su invención a un inversionista extranjero.