Mientras el invierno no se hace sentir en el desierto más árido del mundo, Marcelo Bustos, el primer chileno en ocupar el cargo de CEO en Minera Sierra Gorda, llega hasta la operación de 11 años de vida para dar su primera entrevista en el cargo. Asumió el 1 de julio, tras sorprender al mercado minero con su salida de Anglo American, donde fue gerente general de El Soldado y Los Bronces, además de otra serie de puestos de liderazgo.
“Es un minero de tomo y lomo, de cerro”, dice un ejecutivo que trabajó con él cuando fue gerente de Procesos para la canadiense Teck en Chile.
Con dos décadas de trayectoria, el ingeniero en minas y metalurgia extractiva no acostumbra hablar con los medios; es un hombre técnico, de bajo perfil y de pocas palabras, pero Sierra Gorda eligió el miércoles 13 de agosto para presentarlo en sociedad con un grupo reducido de periodistas invitados a la faena, entre ellos DF.
Antes de Bustos, la mina de cobre y molibdeno ubicada a 4,5 kilómetros de la comuna de Sierra Gorda y a 60 de Calama había sido dirigida solo por polacos, los que son propietarios del 55% del yacimiento a través de KGHM Polska Miedz. El otro 45% es de la australiana South32 desde 2022, cuando compró dicho porcentaje en US$ 1.550 millones a los japoneses de Sumitomo. En total, hay trabajadores de 10 nacionalidades: suman 1.700 de dotación propia y 3.000 contratistas. Cada día, 2.400 personas trabajan en la operación, la que opera 100% con agua de mar y energías renovables, y cuenta con dos gimnasios, canchas de fútbol, de tenis y hasta un pub que ofrece bebidas sin alcohol.
¿Importa ser el primer gerente general chileno? “Yo tiendo a pensar en que no debiese importar la nacionalidad. Si uno mira el staff de Sierra Gorda, hay personas de muchos países, y me importa, y me interesa, y me gusta ser parte de un equipo diverso. Da la casualidad de que soy chileno y estoy muy contento por eso, pero más que nada estoy contento de formar parte de un equipo muy variado”, dice Bustos.
Sobre sus motivaciones para asumir en este cargo, detalla que “es un rol súper interesante que en sí mismo me atrae mucho, pero también el proyecto, que es adelantarse un poco a lo que va a ser la minería”.
El ingeniero explica que debido a la larga data de explotación productiva, “los yacimientos van a ir bajando en sus leyes de mineral y Sierra Gorda ya está en esa realidad (con una ley de 0,38%). Hacia allá va a transicionar la industria y de alguna manera esto es adelantarse al futuro”, se explaya.
Pero hay otro aspecto clave, revela, para haber asumido en el cargo. “Me encanta el ser parte de un proyecto de evolución, enfocado hacia extender la vida útil de la operación”.
El debutante gerente sostiene que en Sierra Gorda “tenemos permiso hasta el 2035 y queremos hacer un proceso bien hecho, con suficiente anticipación, de manera de presentar los permisos y cumplir con tiempo los plazos que requiere una tramitación ambiental. Si uno mira los plazos de aprobación, siempre debiese considerar al menos unos cuatro años como mínimo de presentación”, eso implicaría que ello ocurriría hacia el año 2031.
Tal plazo lleva inevitablemente a preguntar por la permisología y su impacto en las iniciativas mineras, a lo que Bustos contesta: “Yo creo que uno tiene que acogerse a la institucionalidad del país donde uno opera y vemos con entusiasmo lo que se ha planteado de agilizar ese proceso”.
Por otro lado, en una producción de menores leyes, temas como el pago del royalty puede ser una mochila financiera.
Marcelo Bustos no lo desdeña. “Tiene un efecto, pero es bajo el mismo concepto anterior: nosotros respetamos la institucionalidad donde operamos y Chile sigue siendo un país donde es bueno hacer minería”, afirma.
La llave para extender la vida útil está en la actual campaña de exploración.
De hecho, al cruzar la vista más allá del rajo principal -de unos 500 metros de profundidad-, se observan algunas de las perforadoras que están caracterizando los recursos existentes. Si en 2023 Sierra Gorda invirtió US$ 10 millones en sondajes de exploración, la cifra se disparó hasta los US$ 32 millones en 2024. “Tras determinar las reservas, veremos por cuánto extenderemos la vida útil de la operación”, resalta Bustos.
Aumento de capacidad
Otra de las tareas que entusiasma al nuevo mandamás es un eventual aumento de la capacidad de la mina, que el año pasado se posicionó como el 12° mayor productor de cobre y 6° de molibdeno del mundo, con 154.559 toneladas y 2.808 toneladas, respectivamente. El permiso hasta 2035 es para 230 mil toneladas de cobre fino, lo cual genera un margen a favor sin necesidad de revisarlo.
“En este momento estamos analizando la posibilidad de aumentar la capacidad, pero tenemos que ver que el proyecto sea viable. Eso lo debiésemos decidir de aquí a los próximos dos años”, dice Bustos y detalla que el alza se daría a través de un aumento de capacidad de la concentradora, variaciones en la ley de alimentación y, probablemente, de un proyecto de lixiviación que “lo debiésemos decidir de aquí a cinco años”. Con todo, “el rango de producción podría subir a un poco más de 200 mil toneladas”.
Sobre el nivel de inversión que contempla la compañía considerando los planes mencionados, dice: “Si es que le damos luz verde al proyecto de expansión de la concentradora, vemos un rango de entre US$ 500 millones hasta US$ 1.000 millones”.