Chile cayó en una trampa, una que reduce el crecimiento una vez alcanzado un nivel medio de ingreso por habitante. La evidencia es clara: la tasa de crecimiento se redujo a un 2% en la última década y se retrocedió en el proceso de convergencia hacia los países desarrollados.
La buena noticia es que se puede salir de la trampa. Países como Australia, Irlanda, Polonia, Portugal, Corea o Singapur, lograron sortearla: continuaron en una trayectoria de rápido crecimiento una vez alcanzado un PIB per cápita de US$ 20.000. Veamos qué sucedió 10 años después de alcanzar este guarismo: su crecimiento promedio anual fue de 4,4%, destacando Singapur con un 7,5% y Corea 5,7%. La inversión a PIB registró un promedio de 33%, sobresaliendo Singapur con 54% y Corea con 36%. El empleo anotó un crecimiento promedio de 1,5%, destacando nuevamente Singapur con 3,3%. La productividad total (PTF) creció en promedio 0,6%, con Corea alcanzando 1,8%.
“Una reducción de 30% en los plazos de los permisos sectoriales no es suficiente; el problema radica en una verdadera “cultura de la permisiología” que paraliza los proyectos”.
¿Y qué pasó en Chile? En 2010 alcanzó un PIB per cápita de US$ 19.860, medido a paridad de poder de compra en dólares de 2017 (Penn World Tables). En los 10 años siguientes, el promedio anual de crecimiento fue 3,3%; la tasa de inversión alcanzó un promedio de 24,6%; el crecimiento del empleo, un promedio de 2,6% y la PTF creció en promedió 0,1%.
Considerando esta evidencia, el análisis que hicimos en el documento “El Puente” nos llevó a concluir que Chile podría retomar un crecimiento de tendencia de 4%, si eleva su tasa de inversión a 31%; el crecimiento de la PTF a 1,0% y del empleo a 0,7%, considerando la reducción en la tasa de crecimiento de la población.
Por cierto, es más fácil decirlo (escribirlo) que lograrlo. Crucial es avanzar en 3 aspectos: burocracia (permisología), productividad, inversión y competitividad tributaria.
Para un gran proyecto minero puede tomar hasta 11 años aprobar los permisos ambientales y sectoriales. Pero no solo las grandes empresas enfrentan trabas: un índice de burocracia (Adam Smith Center), que mide la carga burocrática que enfrentan las empresas medianas para iniciar actividades y permanecer formales, ubica a Chile en el peor lugar de Latinoamérica. Una reducción de 30% en los plazos de los permisos sectoriales no es suficiente; el problema radica en una verdadera “cultura de la permisiología” que paraliza los proyectos. Recordemos que hasta hace poco se hablaba del extractivismo en forma despectiva y del decrecimiento. Terminar con esta cultura y lograr que el Estado facilite la tramitación de los proyectos es fundamental para elevar la inversión.
La productividad laboral en Chile es solo un 52% del promedio OCDE; se ubica en los últimos lugares de ese grupo de países, solo superando a Costa Rica, México y Colombia, y alcanza apenas un 24% del nivel de Irlanda, el país más productivo. La inversión en capital humano -tanto en lo que respecta a la educación formal como en aprendizaje en el trabajo -es determinante en explicar el crecimiento.
En materia de competitividad tributaria del impuesto corporativo, Chile está en el lugar 32 de 38 (Tax Foundation). Se ha propuesto reducir la tasa a 23%, el promedio OCDE, pero Chile está lejos de ser el país promedio de la OCDE. Para impulsar la inversión se debiera considerar también una depreciación instantánea de activos fijos e intangibles.
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