Estupor causaron los principales resultados preliminares del Censo 2024. Finalmente, no somos los más de 20 millones de habitantes que los organismos oficiales estimaban, sino que algo menos de 18,5 millones de habitantes. En términos generales somos un país con baja tasa de nacimientos, rápido envejecimiento, con más mujeres que hombres y una población que se distribuye heterogéneamente en el territorio.
Uno de cada tres habitantes del país vive en 22 de las 346 comunas existentes, con una población que fluctúa entre las 200 mil y 570 mil personas, que en conjunto totalizan el 36% de la población censada. De este grupo de comunas, 10 pertenecen a la región Metropolitana, la que si bien es la más poblada del país, ha disminuido su participación relativa entre censos. El crecimiento poblacional se ha centrado en Antofagasta, Coquimbo-La Serena, Rancagua y Puerto Montt, cuyos municipios son desafiados a mejorar la provisión de servicios públicos y cofinanciar nuevas urbanizaciones para sus habitantes, lo que constituye una buena noticia pues potencia el desarrollo y crecimiento económico de largo plazo de estas localidades.
El crecimiento impulsado por inversiones es crucial para atraer y retener población en las regiones. En Aysén y Magallanes se avizoran proyectos interesantes.
El problema está en aquellos territorios con población escasa y dispersamente distribuida, lo que ocurre en el 57,5% de las comunas del país en las que habita el 12% de la población. Se esperaría que los gobiernos regionales enfrenten esta situación con estrategias de desarrollo e instrumentos de planificación actualizados y consistentes entre sí. Y en particular en las regiones del extremo sur, Aysén y Magallanes, que representan el 1,4% de población y habita las zonas más extensas y desafiantes del país. Pese a que cuentan con políticas especiales de fomento, sus resultados a la fecha difieren económica y socialmente de lo esperado, lo que debiera ser motivo de preocupación no solo de los respectivos gobernadores, sino que de las autoridades económicas.
El crecimiento impulsado por la materialización de inversiones es crucial para atraer y retener población. En Aysén se avizora la oportunidad de diversificar su débil matriz productiva si se desarrollan proyectos asociados a data centers. En Magallanes ocurre algo similar con los proyectos de hidrógeno verde, los que no logran avanzar a pesar del interés de organismos multilaterales de concurrir con financiamiento. En ambos casos, para que las inversiones realmente ocurran se requiere priorizar la inversión pública en redes de infraestructura, logística, portuaria y vial, a fin de generar las condiciones habilitantes para proyectos estratégicos cuyos beneficios son a escala nacional. Paralelamente, es necesario otorgar un tratamiento especial a los permisos ambientales asociados, que dé certezas respecto al interés del Estado de Chile respecto de estas inversiones. Si ello ocurre, quizás en el próximo censo Aysén no sea la región con el mayor número de hogares unipersonales y Magallanes habrá logrado contener el envejecimiento de su población.