Las elecciones municipales han entristecido a unos y alegrado a otros. La Nueva Mayoría, por una parte, llora desorientada sobre la leche derramada, asumiendo una derrota que jamás, desde la vuelta a la democracia, había sufrido. Y Chile Vamos, por otro lado, saca cuentas positivas por conseguir, a nivel país, un triunfo numérico importante, que también lo valida en el ámbito de lo simbólico, al recuperar alcaldías emblemáticas, como Santiago, Maipú o Providencia.
Sin embargo, el fantasma de la abstención ciudadana sigue creciendo. Quienes aspiraban a ser alcaldes o concejales, no fueron capaces de movilizar a ese 65% de potenciales votantes repartidos por todo el país. Algunos creen que el voto voluntario ha profundizado aún más estos niveles de desafección, por lo que estiman que el voto obligatorio debería ser una de las recetas infaltables para reponer la participación. Otros, validan la indiferencia y piensan que ninguna de las dos opciones podrá legitimar las instituciones representativas y prefieren la protesta a diestra y siniestra. Ser “ciudadano”, en consecuencia, implica apartarse lo más posible de los ámbitos políticos formales.
¿Qué hacer en un escenario como este?
Lo primero, los resultados electorales nos muestran que la crisis de confianza en nuestras instituciones democráticas no es solamente un problema “formal” que podemos solucionar con leyes que estimulen la transparencia en la esfera política.
El desafío principal —y que queda claro en estas elecciones— es construir una democracia fundada en valores, como el bien común y la participación ciudadana, y no meramente utilitaria en la que la participación se reduzca a la posibilidad de obtener algo a cambio.
Quizás la respuesta más común cuando se pregunta por qué no se votó es “¿Y qué cambia si yo voto?”. La política está tan lejos y desprestigiada, que muchos chilenos perciben el acto culmine de la participación política (la votación) como algo inútil. El problema, quizás, es que estamos mirando toda la participación política desde la perspectiva de las votaciones y no como algo más complejo.
Las instancias y formas de participación van más allá de los partidos políticos y del voto en las elecciones. Requieren potenciar la participación en distintos niveles del ámbito público, donde la sociedad civil, como canalizador de las demandas ciudadanas, juega un rol muy importante. En este contexto, desde IdeaPaís hemos lanzado un informe social sobre “Participación ciudadana y desigualdad” que resume cómo promover una mejor participación ciudadana en nuestro país, abordando la participación en un sentido amplio y no meramente en su expresión en las urnas.
El proceso de involucramiento con lo público es gradual y paulatino. Así, la posibilidad de encontrar distintas instancias que permitan comprometerse colaborativamente con cuestiones públicas, es un compromiso que va adentrando a los ciudadanos en la preocupación por su país. Promover la participación en la sociedad civil será el primer paso para ir reencantando a los chilenos con lo público y la valoración de social. Volver a insistir en la transparencia, la renovación de caras u otros factores como argumentos exclusivos para repotenciar la participación no hará más que alargar este periodo de indiferencia.