Análisis post IPoM: crecen los riesgos de largo plazo
RODRIGO ARAVENA GONZÁLEZ Economista Jefe Banco de Chile
Como es habitual, el Informe de Política Monetaria (IPoM) del Banco Central volvió a marcar la pauta en la discusión macroeconómica del país. En esta ocasión, se destacaron algunas señales positivas en el corto plazo, como la revisión al alza de las proyecciones de crecimiento para este año, a pesar de los crecientes riesgos en el entorno internacional. Este ajuste responde al mayor dinamismo de la demanda interna, especialmente por la recuperación del consumo y la mejora en diversos indicadores líderes de inversión. De hecho, estos factores podrían incluso compensar una eventual desaceleración de las exportaciones, producto del deterioro global. Este posible “desacople” de la economía chilena respecto de los riesgos externos, sin duda, podría abrir espacio para una lectura más optimista. Sin embargo, resulta más necesario que nunca levantar la mirada y detenernos en una serie de factores estructurales que incrementan aún más las preocupaciones hacia el largo plazo.
“La fragilidad del mercado laboral no responde solo a una falta de crecimiento o al bajo dinamismo de sectores intensivos en trabajo, como la construcción, sino que es consecuencia directa de cómo se han implementado ciertas medidas locales”.
Es difícil iniciar este análisis sin destacar el detallado, preciso y valioso diagnóstico que el Banco Central presentó sobre el mercado laboral. Más allá de las diferencias de opinión en esta materia -sin duda influenciadas por el ciclo político-, el informe entrega evidencia contundente sobre el impacto que han tenido diversas reformas en la generación de empleo. En particular, se señala el efecto negativo de la combinación de medidas como el aumento de los salarios por sobre la productividad -lo que implica un alza directa en los costos laborales unitarios- y la reducción de la jornada laboral. Esta situación se torna aún más preocupante al considerar las elevadas tasas de desocupación, incluso en un contexto de recuperación económica que ha superado la tendencia de largo plazo. Por lo tanto, parece claro que la fragilidad del mercado laboral chileno no responde únicamente a una falta de crecimiento o al bajo dinamismo de sectores intensivos en trabajo, como la construcción, sino que es consecuencia directa de cómo se han implementado ciertas medidas locales. Si no se corrige el rumbo, el aumento del desempleo podría transformarse en un fenómeno crónico.
Adicionalmente, es importante señalar que la mejora en las proyecciones de crecimiento está acotada al presente bienio, ya que las estimaciones de largo plazo continúan ancladas en torno al 2%. Es decir, se trata de una mejora cíclica y transitoria, sin avances en la capacidad estructural de la economía. Esto no debiera sorprender, considerando que la inversión, pese a las mejores perspectivas para este período, no logra superar el 24% del PIB, en un contexto donde el impulso desde la productividad y el empleo sigue siendo débil.
Para finalizar, si bien hoy la economía tiene una capacidad de crecimiento en torno al 2%, esta cifra está lejos de estar asegurada hacia el futuro. Como he señalado en otras ocasiones, ese nivel se alcanzó en un entorno de condiciones externas muy favorables, que difícilmente se repetirán en el actual escenario de tensiones geopolíticas y menor integración global. En este sentido, el actual ciclo electoral representa una oportunidad para poner sobre la mesa, con mayor fuerza, estos y otros temas estructurales que son claves para el desarrollo del país.