Sucesión en empresas familiares: ¿heredar patrimonio o conflictos?
MARTÍN VIAL Asociado Senior de Barros & Errázuriz
La mayor parte de las empresas en Chile y en el mundo son familiares. Y uno de los momentos más críticos que enfrentan es el traspaso generacional. Estudios indican que menos de un tercio sobrevive a la segunda generación y apenas un 13% llega a la tercera. Esta cifra es elocuente:sin un plan de sucesión, no solo se heredan activos, sino también conflictos.
Las familias más sofisticadas cuentan con family offices que les permiten anticiparse a asuntos clave como asegurar liquidez y la gobernanza familiar. Pero la realidad de la mayoría es distinta: las conversaciones difíciles se postergan y recién se abordan cuando la ausencia del líder hace inevitable tomar decisiones en un contexto de urgencia.
“En el relevo generacional suelen surgir tensiones: familiares que buscan integrarse a la administración, herederos que exigen liquidez frente a otros que quieren reinvertir, o dificultades para acordar la partición”.
Uno de los primeros retos es el impuesto a la herencia. La ley establece un plazo de dos años desde el fallecimiento del causante para pagarlo. Este plazo, en teoría razonable, resulta estrecho cuando el patrimonio está compuesto principalmente por activos ilíquidos, como participaciones en sociedades sin presencia bursátil o inmuebles agrícolas. En esos casos, la presión de caja obliga a vender activos estratégicos o a endeudarse en términos poco convenientes. El proyecto de reforma tributaria presentado en julio pasado incorpora el pago en tres cuotas anuales, un alivio parcial, pero insuficiente.
A ello se suma la incertidumbre en la valorización. La normativa exige que el impuesto se calcule sobre el valor de mercado de las participaciones, concepto subjetivo que suele generar discrepancias. No son pocos los casos en que la valorización presentada es tasada por el SII, lo que obliga a judicializar el asunto, con altos costos económicos y emocionales.
En paralelo, en el relevo generacional suelen surgir tensiones concretas: familiares que buscan integrarse a la administración, herederos que exigen liquidez frente a otros que quieren reinvertir, o dificultades para acordar la partición. La rigidez de las normas sucesorias en Chile agrava el problema: sin acuerdos previos se forma una comunidad hereditaria que requiere unanimidad para actuar, dificultando la gestión. En familias con varias ramas o generaciones representadas esto se vuelve más complejo aún.
Para prevenir estos conflictos existen una serie de mecanismos que deben adaptarse a cada familia. Testamentos que definan la distribución de los bienes del causante; donaciones en vida que permitan transmitir gradualmente el patrimonio; protocolos familiares que regulen políticas de dividendos, inversiones y mecanismos de resolución de conflictos; o fideicomisos que resguarden el patrimonio hasta que herederos estén en condiciones de administrarlo. El éxito de estas herramientas no reside solo en su diseño, sino en que sean conocidas y aceptadas por la familia.
Planificar es un acto de liderazgo responsable. Cada familia enfrenta su propia realidad, pero el reto es el mismo y apunta a lograr que la sucesión sea un proceso previsible y ordenado. Anticiparse es la clave para resguardar el patrimonio y preservar la cohesión familiar.