Tecnología e inclusión financiera en Chile
KEVIN COWAN Economista y académico Escuela de Negocios UAI, excomisionado CMF
Aunque ha habido avances en las últimas décadas, aún existen brechas en la inclusión financiera en nuestro país, especialmente en algunos grupos socioeconómicos. Estas brechas se extienden al acceso al crédito, al ahorro y a los seguros. La tecnología tiene un gran potencial para reducir estas brechas.
En el caso del crédito, la mayor disponibilidad de información y las mejoras tecnológicas en su análisis permiten evaluar de manera más precisa la capacidad de pago de las personas. Además, al automatizar ciertos procesos de otorgamiento y seguimiento de dichos créditos, se bajan los costos administrativos de bancos, cooperativas y fintech. Esto se traduce en mejores condiciones de acceso, especialmente para quienes tienen un buen potencial de pago. A estas mejoras se suman iniciativas públicas como un registro consolidado de deudas y el acceso a información tributaria para las PYME. Un buen ejemplo del uso de tecnología en el acceso a crédito es el portal de deuda de la CMF, que facilita conocer el nivel de endeudamiento y da recomendaciones sobre cómo manejarlo.
“Debemos evitar repetir errores que cometimos en el pasado, imponiendo restricciones legales injustificadas a la entrega de información, en especial en el comportamiento de pago. Estas restricciones terminan perjudicando al grueso de las personas”.
En cuanto al ahorro, Chile enfrenta un reto importante. Según una encuesta reciente de la CAF y la CMF, solo el 39% de los hogares encuestados dice haber ahorrado en el último año, muy por debajo del promedio de 69% en los países de la OCDE. Este bajo ahorro tiene causas estructurales, como los ingresos bajos y volátiles, pero también hay espacio para mejorar las formas en que ahorramos. Más de la mitad de los hogares ahorran usando efectivo, lo que resulta en retornos negativos. En cambio, según las cifras de la Encuesta Financiera de Hogares (EFH) del Banco Central, el ahorro en productos como los fondos mutuos es muy bajo, especialmente entre los hogares de ingresos medios y bajos.
Aquí también la tecnología puede ayudar de tres formas. Primero, utilizando la creciente inclusión financiera en pagos para ofrecer productos de ahorro más adecuados para hogares y PYME. Segundo, reduciendo los costos y posibilitando rebajas en las comisiones de estos productos de ahorro. Y tercero, mejorando la educación financiera mediante canales digitales, y ofreciendo asesoría de inversiones personalizada de manera automatizada.
Por otro lado, la cobertra de riesgos mediante el uso de seguros, sigue siendo baja en Chile comparado con otros países de mayores ingresos. Esto incluye una baja cobertura de riesgos en propiedades y automóviles -los dos principales activos de los hogares y de muchas pequeñas empresas. Tomados en conjunto, los datos de la CMF y la Encuesta Financiera de Hogares (EFH) del Banco Central, indican que solo el 20% de los hogares con casa propia tienen seguro, un número similar al de los hogares con crédito hipotecario. Esto muestra que hay pocos hogares con seguros que no tengan un crédito hipotecario. La tecnología también puede jugar un rol en este mercado, bajando los costos de ofrecer seguros, mejorando los modelos de predicción de riesgos, y mejorando además los canales de distribución vía plaraformas digitales, comparadores de productos y otros. A su vez, se abre el potencial de ofrecer seguros a la medida, o temporales, que permiten bajar costos y cubrir solo los riesgos más relevantes.
Para aprovechar estas oportunidades y mejorar la inclusión financiera, hay tres desafíos clave. Primero, necesitamos facilitar el uso de datos, asegurándonos de que se hagan con los consentimientos necesarios y protegiendo la seguridad de la información. Debemos evitar repetir errores que cometimos en el pasado, imponiendo restricciones legales injustificadas a la entrega de información, en especial en el comportamiento de pago. Estas restricciones terminan perjudicando al grueso de las personas. Segundo, es prioritario seguir avanzando en fortalecer la educación financiera. Si bien la propia tecnología puede ayudar, es necesario tener una base mínima que se entregue en colegios, institutos y universidades para poder entender de manera adecuada algunos de los productos y tomar decisiones acertadas. Y tercero, es esencial que las autoridades que regulen el uso de datos trabajen de manera coordinada, para evitar costos innecesarios y generar una mayor certeza regulatoria, resguardando a su vez los mejores intereses de los dueños de los datos.