La historia es conocida: un grupo violento quiere imponer su posición, por sobre el sentir mayoritario. Para eso intimidan al resto, los denigran, y a los posibles líderes opositores a su posición violentista, los atacan, los funan, los amedrentan. Nada más amenazante, imagino, que rociar a alguien con bencina. Y nada más desafiante, si esa persona es un profesor.
Esta es la misma historia que sufrió el pueblo vasco durante los años de terror de la ETA, o la Alemania durante la asunción al poder de los nazis. Es algo similar a lo que ocurre hoy con ciertos grupos violentistas en la Araucanía y, por supuesto, es lo que ocurre con los liceos emblemáticos. Un grupo minoritario, muy violento, imponiendo sus términos. Tal como lo han hecho durante los últimos 10 o 15 años.
“Combinar desalojo y diálogo es la vía correcta. Si solo se opta por dialogar, en forma paciente y pasiva, sabemos que eso no conduce a mucho”.
Esta vez, varios alcaldes, especialmente el alcalde Mario Desbordes, han ordenado oportunamente el desalojo de los liceos tomados y desarrollado instancias de diálogo. Y esa es la vía correcta: combinar ambas cosas. Diálogo bien intencionado y desalojo cuando corresponde.
Si solo se opta por dialogar, en forma paciente y pasiva, sabemos que eso no conduce a mucho. Es evidente que se trata de grupos antisistema y que no tienen un petitorio muy coherente (siempre incluyen, por ejemplo, la necesidad de mejorar la infraestructura, pero no tienen ningún problema en destruir la existente, cuando llega el momento de la manifestación o de la toma). Algunos liceos pasaron meses en tomas y negociaciones y solo fue tiempo perdido, tiempo valioso de aprendizaje escolar desaprovechado.
Tampoco el desalojo sin diálogo es una buena idea. A veces basta un exceso policial, un golpe de luma bien televisado, para que el estudiante se victimice y la agitación aumente, en vez de disminuir.
En la práctica, nada de esto es posible sin una comunidad organizada que no se deje amedrentar por los delincuentes (estamos de acuerdo que rociar de bencina a un profesor es delito), y que esté disponible para defender sus establecimientos, denunciando si hay externos que nada tienen que hacer en esos locales, y cuidando los colegios a los que tanto les costó acceder, como se cuida lo propio.
Los liceos emblemáticos que siguen amenazando con tomas violentas (IN, INBA, Barros Borgoño), son los mismos que antes eran el símbolo de la meritocracia. Siguen siendo emblemáticos, pero ahora destacan no por sus ingresos de excelencia a las universidades, sino por la presencia de “estudiantes” con overoles blancos, molotovs, graffitis con los símbolos del partido de la candidata social demócrata, y rayados octubristas.
Diálogo y desalojo cuando corresponda, tecnología para prevenir el ingreso de armas, inteligencia (el ministro Cordero acertadamente señaló que es necesaria y que se está utilizando), y una comunidad organizada, nos van a permitir recuperar estos colegios y que vuelvan a ser el orgullo de la nación.