Editorial

Agenda laboral 2023: ¿las prioridades correctas?

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En entrevista con este diario, la ministra del Trabajo entregó ayer los principales ejes de su cartera para el año que viene. Se trata de una agenda ambiciosa, en términos de la diversidad de temas que incluye, pero preocupa que, de cara a los grandes desafíos que enfrenta el mundo laboral -y que se harán aun más complejos en el escenario recesivo al que se encamina nuestra economía, según la mayoría de las proyecciones, incluyendo las del Gobierno-, se avizora un avance difícil en la tramitación legislativa por lo contencioso que, casi con seguridad, resultará el debate de varios puntos que el Ministerio plantea como prioritarios.

Facilitar la contratación y, así, la generación de empleo, parece la mejor política laboral en el actual escenario.

Así, por ejemplo, la ministra considera una prioridad concluir la tramitación del proyecto que reduce a 40 horas semanales la jornada laboral. Sin embargo, el foco está más puesto en la cantidad de horas de trabajo que en medidas que flexibilicen el régimen, como la de mensualizarlo (o trimestralizarlo). El impacto negativo de dicha rigidez en las PYME ha sido señalado por los expertos, pues cuentan con menos recursos para respaldar financieramente esquemas rígidos de contratación. En cuanto a la idea de incluir a funcionarios públicos en la jornada de 40 horas -muchos de ellos con turnos especiales en razón de sus labores- es debatible. En cambio, la indicación que permite pactar esquemas de cuatro días de trabajo y tres de descanso, una posibilidad que sin duda acomoda a muchos trabajadores y sus familias, va en la dirección correcta.

Por otro lado, el énfasis en avanzar en la negociación multinivel o ramal, antes que reducir asimetrías de poder entre las partes negociadoras, como es su propósito, arriesga elevar los niveles de conflictividad en las relaciones laborales de las empresas con sus trabajadores, abriendo más espacio para eventuales paralizaciones más frecuentes y de mayor alcance que, en último término, serán lesivas para el empleo. El prometido “diálogo social” vía mesas de trabajo no garantiza consensos.

El acento en una capacitación más descentralizada y enfocada hacia la reconversión laboral es bienvenido, pues parece adecuarse a la realidad cambiante del trabajo. Con todo, facilitar la contratación y, así, la generación de empleo, parece la mejor política laboral en el actual escenario.

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