Editorial

Cabotaje marítimo, una oportunidad a la competencia

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El reciente paro de camioneros, que se prolongó por ocho días, volvió a poner en evidencia -al igual que movilizaciones similares en años anteriores- el enorme poder de presión que es capaz de ejercer ese gremio, vital para la economía, sobre las autoridades y los ciudadanos.

Más allá de aplicar las sanciones que correspondan por infringir la ley, que el Gobierno ha hecho bien en buscar vía querellas, es pertinente una reflexión de fondo sobre el funcionamiento del mercado del transporte de carga y las posibles formas de minimizar gravosos costos como los que causó este paro. En días recientes ha vuelto a cobrar vigencia la idea de liberar el cabotaje marítimo a la participación de naves extranjeras, hoy limitado sólo a naves chilenas por normas que no han sido actualizadas en décadas y que han resultado en un muy alto grado de concentración en ese mercado, protegido de la competencia internacional.

Junto con un ahorro en costos, se reduciría la forzosa dependencia de la carga por vía terrestre y la consiguiente capacidad de presión.

Las cifras son elocuentes: para el transporte marítimo interno de graneles líquidos y secos, que sumados representan cerca de tres cuartas partes del cabotaje nacional, los dos principales oferentes concentran el 100% y el 98% de todo el tráfico, respectivamente. Según estudios recientes, de permitirse que barcos extranjeros pudieran transportar mercancías entre distintos puertos chilenos los costos de dicho transporte podrían disminuir significativamente, tal vez hasta en un 40%. Junto con un ahorro en costos, se reduciría la forzosa dependencia de la carga por vía terrestre y la consiguiente capacidad de presión. Es decir, una ganancia por partida doble.

El Gobierno anterior ingresó al Congreso un proyecto para abrir el cabotaje a la competencia internacional que hoy se encuentra todavía en su primer trámite legislativo, el cual se hace cargo de objeciones respecto de eventuales beneficios tributarios para extranjeros (no los hay) o del riesgo de precarización del trabajo (obliga a acatar la ley chilena).

Países que en Chile suelen citarse como ejemplos de desarrollo moderno y equitativo -como Dinamarca, Nueva Zelanda, Holanda y otros- han tomado ese camino. Sin duda es una discusión que parece tan oportuna como necesaria.

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