El desafío del crecimiento
Esta semana volvió a quedar en evidencia la magnitud del desafío que enfrenta el país en materia de crecimiento. Al hecho de que las cifras fiscales siguen siendo deficitarias –hay más gastos que ingresos-, tal como lo reflejó el proyecto de ley de Presupuestos 2026 presentado por el Gobierno, se sumó la débil expansión de 0,5% en el Imacec de agosto, comparado con igual mes de 2024, según el Banco Central.
Si bien el resultado puede situarse dentro de los márgenes previstos -autoridades económicas y el mercado ya habían anticipado un segundo semestre más débil que el primero-, la cifra sorprendió por su escaso dinamismo. Un 0,5% no estaba en los cálculos de nadie. Y aunque gran parte del débil registro de agosto se explica por el fatal accidente en la mina El Teniente de Codelco, que golpeó la producción nacional de cobre, ello coincidió con una desaceleración en el resto de sectores en los meses previos, incluidos el comercio y la manufactura. Más preocupante resulta que la minería haya completado tres meses consecutivos de retrocesos, una situación inédita desde 2022 y particularmente delicada en un país cuya competitividad internacional sigue descansando en gran medida en este sector.
Este patrón, lejos de ser un tropiezo transitorio, confirma que la capacidad de crecimiento continúa anclada en torno al 2%, un porcentaje claramente insuficiente para responder a las necesidades sociales y de desarrollo del país.
En este escenario, y con las elecciones presidenciales y parlamentarias a la vista, la discusión sobre cómo recuperar dinamismo no puede quedar subordinada al ciclo político. El país requiere una hoja de ruta clara, que trascienda los diagnósticos –ya ampliamente compartidos– y que se traduzca en un programa que, desde el primer día de la próxima administración, aborde la tarea de impulsar la velocidad de expansión del Producto.
La presión provendrá no solo de la ciudadanía -que habrá votado por un programa en particular-, sino también del debilitado cuadro fiscal. Cuadrar las cuentas públicas exige perseverar en ajustes de gasto, adicionales a una mayor eficiencia en su ejecución. Como ha señalado el expresidente del Banco Central, Rodrigo Vergara, estos ajustes pueden implicar un costo en términos de actividad, pero son imprescindibles para resguardar la estabilidad macroeconómica y evitar un deterioro mayor en el mediano plazo. La discusión de fondo es cómo compatibilizar disciplina fiscal con una agenda de crecimiento robusta, cuestión que ningún futuro gobierno podrá eludir.
Los distintos candidatos presidenciales han coincidido en que el crecimiento es una prioridad. Lo relevante será que, una vez en La Moneda, el objetivo se mantenga en el centro de la agenda y no se diluya ante presiones de corto plazo. El reto de alcanzar un crecimiento sostenido requiere una estrategia integral que combine estabilidad macro, productividad y capacidad de ejecutar políticas públicas con consistencia para romper con la inercia de un crecimiento insuficiente, que amenaza con convertirse en el nuevo estándar de la economía chilena.