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Editorial

Los costos de Milei

Por: Equipo DF

Publicado: Miércoles 10 de septiembre de 2025 a las 04:00 hrs.

Tras la abrumadora derrota que sufrió el pasado domingo en las elecciones de la provincia de Buenos Aires, el Presidente de Argentina, Javier Milei, optó por la autocrítica. Prometió rectificar errores políticos y redoblar sus esfuerzos económicos, pero sin renunciar a los pilares de su programa de shock fiscal, disciplina monetaria y desregulación de mercados. Así, ante el duro revés que el peronismo le propinó a La Libertad Avanza (LLA), el mandatario decidió perseverar en la continuidad de su agenda, en una estrategia que puede significar costos elevados tanto en el plano político como en el económico.

La derrota en Buenos Aires evidenció que la corrección macroeconómica sin anclajes institucionales no asegura gobernabilidad.

La votación en Buenos Aires fue la antesala de las elecciones nacionales que se celebrarán en octubre, claves para el impulso reformista del mandatario y, en ese marco, es probable que el castigo en las urnas responda a una combinación de factores: los audios que involucran a su hermana en un escándalo de corrupción; los efectos sociales adversos del ajuste, con desempleo elevado, pese a la caída de la inflación; y, en particular, el discurso del enojo y del insulto permanente que practica el Presidente. Desde su elección, a fines de 2023, se le otorgó a Milei el beneficio de la duda, en un escenario donde su propuesta de corrección macroeconómica encontraba respaldo social y muchos valoraron los avances en materia de inflación, reservas y orden fiscal. Pero una administración no puede analizarse únicamente en términos económicos. La dimensión institucional es igualmente relevante y en ese terreno Milei ha mantenido un estilo confrontacional que ha debilitado su capital político. Llamar “mandriles” a opositores y aliados que no se alinean con él, o atacar a la prensa con calificativos impropios de la investidura presidencial, ha terminado por volverse en su contra. El contraste con la promesa inicial de transparencia y de ruptura con las viejas prácticas políticas se acentúa ante la falta de un pronunciamiento claro frente a las denuncias de corrupción en su entorno cercano.

Tender puentes, negociar y componer políticamente parece ser parte de la receta que debiera incorporar. En los estos días, el Presidente ha buscado abrir un diálogo con los gobernadores de provincia, quienes han manifestado cercanía con el peronismo de Axel Kicillof, probable futuro candidato presidencial. Ayer encabezó en la Casa Rosada la primera reunión de una nueva mesa política nacional y anunció la instalación de una “mesa de diálogo federal”, un gesto que busca marcar un cambio de estilo. La gobernabilidad, en este contexto, requiere de acuerdos territoriales más amplios que permitan sostener la vigencia de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU), herramienta central en su esquema de reformas ante la falta de mayoría parlamentaria.

El revés electoral evidenció la fragilidad institucional del Ejecutivo y la necesidad de ampliar sus anclajes de gobernabilidad más allá del Congreso, donde el apoyo de los gobernadores se transforma en un activo estratégico. El mensaje de la elección parece claro: una economía que se normaliza no garantiza apoyo electoral si las tensiones sociales se acumulan y la política se desgasta, y con ello el desafío, más que económico, es político: lograr que las reformas no naufraguen en el aislamiento.

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