Los ritmos de la descarbonización

no de los puntos de la cuenta pública del Presidente Piñera el sábado pasado y profundizado este martes fue el "Plan de Descarbonización" que contempla el retiro de un grupo de centrales a carbón en un plazo de cinco años y hacia en 2040, la clausura total de las termoeléctricas que existen en el país. El anuncio fue catalogado por algunas organizaciones como "una maniobra de marketing" que reempaqueta anuncios anteriores y que no prioriza a los habitantes de las zonas cercanas a estas centrales a carbón. Piden más urgencia y ambición.

Al respecto, es importante considerar algunos puntos para las futuras discusiones sobre la descarbonización del país. Lo primero es reconocer que hay amplio consenso en la necesidad de avanzar hacia un matriz en base a energías más limpias que la que tiene el país en la actualidad lo que hace pensar que será considerado una política de Estado que trasciende a los gobiernos. Esto es una buena noticia ya que permite tener una base que mantenga los avances en el tiempo. Lo segundo, sin embargo, es reconocer que no será un proceso fácil considerando los ritmos acelerados a los que anhelan ciertos grupos organizados.

La urgencia de avanzar debe considerar, como lo hace correctamente el planteamiento del gobierno esta semana, una serie de factores de realismo en la fijación de plazos. Entre ellos, coordinar los cierres de estas plantas con la puesta en marcha de proyectos que reemplacen la generación perdida y el respeto por los contratos de las generadoras que están detrás de las actuales centrales termoeléctricas. El respeto de las reglas del juego en materia energética son de especial importancia dado el largo plazo en que se rentabilizan estos proyectos. Esto no quiere decir, como han dicho algunos, que la política energética de Chile sea dictada por las compañías del sector, sino que el recambio de la matriz será más exitoso si se logra en el marco de acuerdos entre los sectores público y privado.