Nuevas perspectivas para el cobre y el litio
Las nuevas proyecciones para el cobre entregadas por Cochilco dibujan un horizonte especialmente auspicioso para Chile. Con un precio promedio estimado de US$ 4,45 la libra en 2025 y US$ 4,55 en 2026, el metal rojo se encamina a registrar los valores anuales más altos desde que existen registros. Para un país que continúa siendo el principal productor mundial, este escenario abre una oportunidad significativa.
Sin embargo, junto con las buenas noticias convive un dato inquietante: Chile cerrará 2025 prácticamente sin crecimiento en su producción cuprífera, afectado por incidentes operacionales y un desempeño rezagado en faenas clave. El contraste entre precios récord y producción estancada obliga a una reflexión urgente sobre inversiones, permisos y competitividad.
El contraste entre precios récord y producción estancada obliga a una reflexión urgente sobre inversiones, permisos y competitividad.
El panorama del litio también ofrece señales alentadoras. SQM reportó un trimestre excepcional, con utilidades al alza y ventas históricas de más de 72 mil toneladas. La compañía proyecta que la demanda global crecerá más de 25% en 2025, impulsada por autos eléctricos y sistemas de almacenamiento. A esto se suma un avance institucional clave: la aprobación del regulador chino al acuerdo entre Codelco y SQM, un paso determinante para dar vida a una asociación público-privada que permitirá elevar la producción del Salar de Atacama en los próximos años.
En un mercado que seguirá tensionado por la transición energética, Chile tiene la posibilidad real de recuperar liderazgo.
Cobre y litio son, hoy más que nunca, minerales estratégicos para el mundo y para el país. Y lo relevante es que estas mejores perspectivas llegan justo antes de que se estrene un nuevo Gobierno en 2026. De concretarse las proyecciones actuales, el Estado recibirá ingresos adicionales significativos por mayor precio del cobre y mayor volumen en litio. Estos recursos ofrecerán algo poco frecuente en los ciclos recientes: un leve respiro fiscal, un margen de maniobra que puede —y debe— usarse con responsabilidad.
El desafío para la próxima administración será decidir qué hacer con este nuevo espacio presupuestario. Usarlo bien podría significar avanzar en la consolidación fiscal, corregir desequilibrios arrastrados por años y fortalecer la inversión pública donde más se necesita. Usarlo mal sería repetir ciclos de bonanza pasajera que no dejan progreso duradero.
El escenario externo está dando a Chile una oportunidad excepcional. Convertirla en desarrollo real dependerá, una vez más, de cómo lo administre quien llegue a La Moneda.
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