Presupuesto 2026, la hora de la comisión mixta
Luego de la entrega del proyecto de ley de Presupuestos a fines de septiembre de cada año, en los días y semanas siguientes los ministros van entregando detalles sobre sus carteras. En esta etapa, analistas y parlamentarios plantean sus primeros comentarios, surgen dudas, preguntas y aclaraciones, las subcomisiones aprueban o rechazan partidas, y así se prepara el camino para llegar a la comisión mixta, en la que empieza verdaderamente la negociación. Esta nueva fase, que comienza mañana, es de gran trascendencia, por cuanto es en esta instancia donde deben lograrse acuerdos para que el proyecto pueda ser finalmente aprobado.
Más allá de resolver sobre partidas específicas, el principal desafío que se enfrentará en esta oportunidad es la magnitud del Presupuesto. Si bien las estimaciones de ingresos presentadas para avalar el nivel de gasto propuesto son compatibles con un déficit estructural equivalente a 1,1% del PIB -planteado como meta-, la discusión se dará en un contexto en que 2025 será el tercer año consecutivo en el que se incumple la meta comprometida y, en esta oportunidad, las proyecciones de la propia Dipres indican que el desequilibrio estructural llegaría a 2,2% del PIB, el doble de lo que se había estimado inicialmente.
Ello se explica por sucesivos errores de Dipres en las estimaciones de los ingresos fiscales, los que se repetirían durante 2025, salvo que ocurriera algo muy inusual en esta materia durante los últimos meses. Así, al partir de una base equivocada, la estimación que se presenta en el proyecto de ley para 2026 contiene desde su inicio una sobreestimación de los ingresos. A esto habría que agregar que por concepto de la aplicación de la Ley de Cumplimiento Tributario se proyecta una recaudación adicional que el propio Consejo Fiscal Autónomo (CFA) cataloga de optimista.
Lo que muestran los antecedentes es que el nivel de gasto fiscal propuesto, equivalente a un alza de 2,5% real respecto de lo que se estima será el gasto efectivo durante 2025, no es viable, y lo es aún menos si se toma en cuenta que la partida de remuneraciones fue construida asumiendo un nulo crecimiento en el volumen global de remuneraciones nominales a pagar, lo que no es compatible con la realidad. Habrá que introducir, por tanto, un fuerte recorte en el nivel de gasto, ya que de lo contrario el déficit efectivo y estructural excederá con creces lo proyectado, con lo cual el riesgo de superar el nivel prudencial de deuda pública, estimada en 45% del PIB, será muy elevado, tal como lo ha señalado el propio CFA.
El segundo desafío es la composición del gasto. El proyecto contiene un fuerte ajuste en la inversión pública, que es precisamente lo que se debe fortalecer si el objetivo es lograr un punto de inflexión en la tendencia del crecimiento económico. Particularmente llamativa es la contracción en Obras Públicas. Y a nivel de gasto corriente no deja de llamar la atención que el grueso del aumento en educación se estaría destinando a financiar la gratuidad universitaria, en circunstancias de que ya es por todos sabido que el énfasis debe enfocarse en la educación temprana. Como se puede ver, falta todavía mucho paño que cortar.
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