Rechazo al Presupuesto en comisión mixta
En un ambiente altamente tensionado, la falta de acuerdos con el Ejecutivo motivó que la comisión mixta de Presupuestos rechazara la mayoría de las partidas del proyecto de ley presentado por el Gobierno. Es usual que en este segundo trámite legislativo se rechacen algunas partidas, mientras se avanza en otras, dejando para una etapa posterior la búsqueda de soluciones. Pero desde el regreso a la democracia, nunca había ocurrido algo así. Este virtual retorno a fojas cero significará que solo el día siguiente a la primera vuelta presidencial se retomarán las conversaciones, partiendo de una base muy precaria, y restando solo 13 días para completar su tramitación, período en el que se deberá volver a discutir el proyecto en la sala de la Cámara, para pasar posteriormente al Senado, con la eventualidad de que pueda requerirse una nueva comisión mixta. Y en caso de que no se alcance acuerdo, en 2026 regirá el proyecto del Ejecutivo, según lo dispuesto en la Constitución.
Gobierno y oposición están contra el tiempo para lograr acuerdos. El ministro Grau ha centrado sus críticas a la falta de voluntad de diálogo por parte de los partidos opositores en el fragor de una áspera campaña electoral, mientras que en la oposición se critica la opacidad en las cifras; y la inconsistencia de la partida de gastos en personal que no incorpora el costo del reajuste de remuneraciones en el sector público, todo en un contexto de desconfianza en las estimaciones de ingresos fiscales de la Dipres, considerando que el organismo ha subestimado en forma reiterada la recaudación efectiva en una amplia gama de partidas. De no incorporarse un ajuste significativo en el nivel de gasto planteado -se ha hablado de US$ 2 mil millones-, el desbalance fiscal efectivo podría traducirse en un alza en el nivel de deuda que supere el límite prudencial de 45% del PIB establecido por el propio Gobierno, lo que ha sido avalado por el CFA.
El ministro Grau, en una declaración temeraria, luego de este traspié señaló que está disponible para alcanzar acuerdos y que confía en que los “partidos grandes” de la oposición contribuirán a que prevalezca la misma “visión mayoritaria” que ha permitido “lograr grandes avances durante este Gobierno, por mérito de ellos y de nosotros”. Desconociendo códigos básicos de la política, ha intentado peligrosamente introducir una cuña entre los partidos opositores justo en el momento posterior a la primera vuelta presidencial, donde todos los esfuerzos estarán centrados precisamente en lo opuesto, es decir, en la búsqueda de acuerdos básicos para enfrentar con unidad la segunda vuelta. Esta estrategia no parece ser la más adecuada en la actual coyuntura. Lo que procede es que aborde los problemas de fondo que se le están planteando, y que se allane a acuerdos que ciertamente tendrán costos, pero que son significativamente inferiores al bochorno que significaría la no aprobación del proyecto en el Congreso.
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