Opinión
Obama debe tomar el liderazgo en los recortes de presupuesto
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Ya antes de que la administración Obama presentara su propuesta de presupuesto había anunciado parte de sus políticas. El razonamiento fue presentado en el discurso del Estado de la Unión el mes pasado. Los adelantos anticipaban que el tema sería: “¿Por qué hacer hoy lo que se puede postergar hasta 2013?” O quizás: “Es política, estúpido”.
El presidente Barack Obama está pidiendo al congreso congelar el gasto discrecional, no en seguridad, por los próximos años, pagar alguna nueva infraestructura y reformar los impuestos a las empresas. No es suficiente. Un presupuesto serio sobre contención fiscal a lago plazo debe aumentar los ingresos y apuntar a los cuatro grandes programas de gasto que quedarían exentos del congelamiento: Seguridad Social (pensiones), Medicare y Medicaid (seguros de salud para los mayores y los pobres, respectivamente) y defensa. En esta fecha, el año pasado, Obama envió al congreso un presupuesto parecido, con el mismo defecto clave. Sus planes apuntaban a un presupuesto primario equilibrado (eso es, cero déficit, excluyendo interés de deuda) para mediados de la década. Pero la parte que decía cómo hacerlo quedó en blanco. Todo dependía de las conclusiones de la comisión fiscal del presidente. Ésta mostraría cómo cerrar la impresionante brecha entre los impuestos y el gasto en la propuesta de la administración y el objetivo de déficit que la administración acababa de fijar.
La comisión entregó su informe y la mayoría de sus miembros apoyó las conclusiones, que apuntaban a una reforma tributaria amplia y un programa gradual de ahorro. El apoyo del presidente al informe ha sido tibio. En el discurso del Estado de la Unión agradeció al panel por su trabajo y señaló que no concordaba con todas sus visiones. Qué valiente. Desde el presupuesto del año pasado, la posición fiscal ha empeorado, en parte por el acuerdo tributario de diciembre. Ese paquete tenía sentido económico: evitó un aumento de impuestos inoportuno, permitió una necesaria extensión de beneficios por desempleo, y entregó, en efecto, un segundo estímulo de tamaño moderado. Pero este es el momento para reiniciar la política de largo plazo, o al menos discutirla. Las políticas de austeridad nunca son fáciles, pero si el desafío del presupuesto no puede abordarse este año, ¿cuándo?. Faltan dos años para las próximas elecciones. Uno podría pensar que es pronto para verse paralizado por miedo de la reacción de los votantes a las alzas de impuestos y recortes de gastos. Error. Aunque suene absurdo, Washington ya está de ánimo preelectoral. Este es el quid del problema. Políticamente, un presupuesto tímido podría bien ser sabio. La Casa Blanca teme, con razón, que si respalda un plan en línea con la propuesta Bowles-Simpson de reducción del déficit, se expondrá a un gran ataque republicano. La comisión insistió con razón en que mayores impuestos deben ser parte de la solución, y explicó cómo esto podría hacerse más aceptable -las tasas de impuestos a la renta en realidad bajarían- si los reformadores se enfocaran en cerrar las exenciones y ampliaban la base tributaria. Pero al final impuestos más altos son impuestos más altos; y hacer lo que el panel sugirió requeriría que Obama rompiera una de sus promesas de campaña de 2008.
Si los congresistas republicanos incluyeran muchos conservadores fiscales responsables, la Casa Blanca podría intentar construir una alianza entre partidos. Olvídelo. La tendencia maniática de recorte-recorte del pensamiento conservador está ascendiendo. La nueva mayoría republicana de la Cámara quiere cortar lo más posible el gasto público. Si Obama aceptara el equlibrado acercamiento Bowles-Simpson, el Partido Republicano lo atacaría por eso. ¿Ganaría esa batalla el presidente por la opinión pública? Es una pregunta difícil. Las encuestas muestran que los votantes estadounidenses están preocupados por el endeudamiento público, pero se oponen firmemente a incrementos en sus propios impuestos.
Uno puede ver por qué la administración deja que los representantes republicanos se adelanten. Su trabajo de hacha probablemente asuste a votantes de vuelta al Partido Demócrata. Pero este problema no esperará que la luz descienda sobre el Congreso. Obama seguramente entiende el problema económico. Fue elegido para dirigir. Debiera correr el riesgo y hacer su trabajo.
El presidente Barack Obama está pidiendo al congreso congelar el gasto discrecional, no en seguridad, por los próximos años, pagar alguna nueva infraestructura y reformar los impuestos a las empresas. No es suficiente. Un presupuesto serio sobre contención fiscal a lago plazo debe aumentar los ingresos y apuntar a los cuatro grandes programas de gasto que quedarían exentos del congelamiento: Seguridad Social (pensiones), Medicare y Medicaid (seguros de salud para los mayores y los pobres, respectivamente) y defensa. En esta fecha, el año pasado, Obama envió al congreso un presupuesto parecido, con el mismo defecto clave. Sus planes apuntaban a un presupuesto primario equilibrado (eso es, cero déficit, excluyendo interés de deuda) para mediados de la década. Pero la parte que decía cómo hacerlo quedó en blanco. Todo dependía de las conclusiones de la comisión fiscal del presidente. Ésta mostraría cómo cerrar la impresionante brecha entre los impuestos y el gasto en la propuesta de la administración y el objetivo de déficit que la administración acababa de fijar.
La comisión entregó su informe y la mayoría de sus miembros apoyó las conclusiones, que apuntaban a una reforma tributaria amplia y un programa gradual de ahorro. El apoyo del presidente al informe ha sido tibio. En el discurso del Estado de la Unión agradeció al panel por su trabajo y señaló que no concordaba con todas sus visiones. Qué valiente. Desde el presupuesto del año pasado, la posición fiscal ha empeorado, en parte por el acuerdo tributario de diciembre. Ese paquete tenía sentido económico: evitó un aumento de impuestos inoportuno, permitió una necesaria extensión de beneficios por desempleo, y entregó, en efecto, un segundo estímulo de tamaño moderado. Pero este es el momento para reiniciar la política de largo plazo, o al menos discutirla. Las políticas de austeridad nunca son fáciles, pero si el desafío del presupuesto no puede abordarse este año, ¿cuándo?. Faltan dos años para las próximas elecciones. Uno podría pensar que es pronto para verse paralizado por miedo de la reacción de los votantes a las alzas de impuestos y recortes de gastos. Error. Aunque suene absurdo, Washington ya está de ánimo preelectoral. Este es el quid del problema. Políticamente, un presupuesto tímido podría bien ser sabio. La Casa Blanca teme, con razón, que si respalda un plan en línea con la propuesta Bowles-Simpson de reducción del déficit, se expondrá a un gran ataque republicano. La comisión insistió con razón en que mayores impuestos deben ser parte de la solución, y explicó cómo esto podría hacerse más aceptable -las tasas de impuestos a la renta en realidad bajarían- si los reformadores se enfocaran en cerrar las exenciones y ampliaban la base tributaria. Pero al final impuestos más altos son impuestos más altos; y hacer lo que el panel sugirió requeriría que Obama rompiera una de sus promesas de campaña de 2008.
Si los congresistas republicanos incluyeran muchos conservadores fiscales responsables, la Casa Blanca podría intentar construir una alianza entre partidos. Olvídelo. La tendencia maniática de recorte-recorte del pensamiento conservador está ascendiendo. La nueva mayoría republicana de la Cámara quiere cortar lo más posible el gasto público. Si Obama aceptara el equlibrado acercamiento Bowles-Simpson, el Partido Republicano lo atacaría por eso. ¿Ganaría esa batalla el presidente por la opinión pública? Es una pregunta difícil. Las encuestas muestran que los votantes estadounidenses están preocupados por el endeudamiento público, pero se oponen firmemente a incrementos en sus propios impuestos.
Uno puede ver por qué la administración deja que los representantes republicanos se adelanten. Su trabajo de hacha probablemente asuste a votantes de vuelta al Partido Demócrata. Pero este problema no esperará que la luz descienda sobre el Congreso. Obama seguramente entiende el problema económico. Fue elegido para dirigir. Debiera correr el riesgo y hacer su trabajo.