Editorial

Proyecciones del FMI: paños fríos a la economía

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Las estimaciones para el desempeño de la economía chilena durante este año y el próximo son preocupantes, como se ha planteado desde distintas fuentes al menos desde mediados de 2021. El último Informe de Política Monetaria proyectaba un crecimiento de entre 1% y 2% el presente año, y entre 0,25% y 0,75% en 2023.

Ahora el Fondo Monetario Internacional confirma ese mal pronóstico estimando que el PIB crecerá 1,5% este año y 0,5% el próximo, lo que representa una revisión a la baja respecto de las proyecciones que hacía el organismo en enero pasado (en torno a 1,9% para ambos años). Adicionalmente, estima una inflación de 7,5% y 4,5%, respectivamente -muy por encima de la meta de 3% que fija el Banco Central-, y cifras de desempleo que rondan el 7%, una clara mejoría respecto del año pasado, pero aún elevadas.

El contexto económico doméstico y mundial debería mover a la reflexión tanto al gobierno como al conjunto de actores políticos

La situación de Chile se enmarca en un contexto mundial igualmente poco auspicioso, que el FMI estima ha “empeorado significativamente” debido, en parte importante, a los efectos de la guerra en Ucrania, que se acerca al segundo mes. También a nivel global se han rebajado las expectativas de crecimiento del Fondo para 2022, desde el 4,4% que calculaba en enero pasado, al 3,6% informado ayer.

Se trata, a todas luces, de un panorama que debe mover a la reflexión y la sobriedad en la agenda económica del gobierno, pero también la del conjunto de los actores políticos, donde actuaciones recientes -como el impulso de nuevos retiros previsionales- han ido en la dirección de agravar los problemas en lugar de aliviarlos. Esto debería inspirar una política económica más bien conservadora, centrada en cuidar los fundamentos del crecimiento, el empleo, la inversión y, sobre todo, la estabilidad que los hace posibles.

Lo anterior no significa hacer a un lado reformas clave como la tributaria o la previsional, pero sí obliga a abordarlas con más prudencia y realismo, así como a hacer algo que se ha echado en falta en la experiencia reciente: privilegiar los argumentos técnicos por sobre la retórica populista y las agendas de corto plazo.

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