Reflexiones de la primera mitad de 2025: cuando la volatilidad es la norma
Sorprendentemente, ya estamos concluyendo la primera mitad de 2025. Una de las principales conclusiones de este período es que la política económica dejó de ser un ancla de estabilidad y pasó a transformarse en una fuente de disrupción. La inflación se ha mantenido más persistente de lo esperado en buena parte del mundo, mientras que la deuda pública y los déficits fiscales han seguido creciendo desde la pandemia. Con tasas de interés estructuralmente más altas, los bancos centrales enfrentan dilemas más agudos entre estimular el crecimiento y controlar la inflación.
Este nuevo escenario ha hecho que los activos de largo plazo, como los bonos de gobierno, sean mucho más sensibles a los datos económicos a medida que se publican. En otras palabras, los mercados ya no se mueven por tendencias predecibles, sino por sorpresas. Y en este contexto, las intervenciones de política económica tienden a amplificar la volatilidad en lugar de contenerla.
Afortunadamente, una mayor volatilidad también conlleva más oportunidades. Pese a los vaivenes, los factores que impulsan a las empresas líderes en sus industrias no han cambiado sustancialmente. Un ejemplo claro es el impulso de la inteligencia artificial (IA), que sigue siendo una fuerza transformadora. A pesar de obstáculos como los aranceles, las empresas innovadoras han superado expectativas, aunque persisten riesgos regulatorios y desafíos en la velocidad de adopción.
La IA también está generando un aumento en la demanda energética global, lo que abre oportunidades en sectores energéticos diversos. En Chile, esto se traduce en un renovado interés por proyectos de energías renovables, especialmente solar y eólica, donde el país tiene ventajas comparativas. La necesidad de fuentes de energía confiables y locales también ha impulsado inversiones en almacenamiento y transmisión, claves para la estabilidad del sistema.
Otra estrategia de inversión destacable es la búsqueda de valor relativo. En un entorno donde los bancos centrales adoptan posturas divergentes, se generan oportunidades entre países y plazos de los bonos. Por ejemplo, los bonos europeos han comenzado a desacoplarse de los movimientos de los bonos estadounidenses, beneficiándose de recortes de tasas para estimular el crecimiento. En Chile, el Banco Central ha llevado a cabo un ciclo de reducción de tasas, lo que ha generado un renovado apetito por instrumentos de renta fija local, especialmente entre inversionistas institucionales.
Además, se está usando IA para filtrar el ruido del mercado y detectar patrones de comportamiento y cambios de sentimiento. En un país como Chile, donde los shocks externos -como la desaceleración china o la volatilidad del cobre- impactan fuertemente, contar con herramientas que permitan anticipar movimientos es clave para una gestión eficiente.
En definitiva, en un mundo donde la política ya no ofrece certezas, la clave está en mirar más allá del corto plazo, diversificar las fuentes de riesgo y aprovechar las oportunidades que emergen en medio de la disrupción. Para los inversionistas chilenos, esto implica no solo adaptarse a un entorno global más volátil, sino también identificar cómo las megafuerzas globales -como IA y la transición energética- se manifiestan en nuestra economía y mercados financieros.