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Columnistas

René Jáuregui: un reportero absoluto

Enrique Contreras G., periodista, fundador de DF

Por: Equipo DF

Publicado: Martes 21 de octubre de 2025 a las 16:05 hrs.

En el mundo de la música se dice que el “oído absoluto” es la rara habilidad de identificar una nota musical específica sin ninguna referencia externa. Como analogía podríamos decir que en periodismo un “reportero absoluto” es aquel capaz de ver en su entorno “esa noticia” que, bien desarrollada, daría lugar a un gran titular.

Esa era una de las grandes habilidades de René Jáuregui, quien fue un reportero auténtico, de esos que recelaba de comunicados oficiales o declaraciones unilaterales. Para él, la noticia había que buscarla con pasión en la entrevista dialogada o en la lectura minuciosa de latos informes o estudios responsablemente fundamentados.

En esta línea reflexiva, tras su partida de este mundo tras vivir sus últimos años en el bucólico Pucón en un retiro casi monacal junto a sus tres hijos y nietos, muchos de sus más cercanos hemos querido honrar su memoria rememorando sus más importantes logros profesionales, entre los cuales destaca nítidamente la creación del Diario Financiero.

De esos recuerdos surge de manera cas espontánea una pregunta. Si él fue el mentor, impulsor y gran artífice de ese medio de comunicación, ¿por qué no fue su primer Director o, incluso, su Presidente de Directorio? Porque, y hay que reconocerlo, asumir alguno de esos cargos nunca fue para él una opción. No buscaba para sí los honores y la figuración que conllevan habitualmente esas funciones, toda vez que su único norte era conseguir que el nuevo periódico reflejara calidad y rigor periodísticos.

La respuesta entonces se encuentra en parte en el equipo periodístico que logró que Economía&Negocios se convirtiera en la “locomotora” de El Mercurio en los años ‘80, sobre la base de aterrizar y exponer de manera didáctica la evolución que experimentó la economía chilena a partir del “capitalismo popular” que implementó el Gobierno de la época, con todos los aditamentos técnicos que ello incluía. Y en ese ambiente febril, René era el más aplicado y el que forjó las mejores fuentes sobre la base de un trabajo metódico y muy profesional.

Cuando El Mercurio dejó ir ese equipo periodístico, la gran urgencia para quienes conformamos el nuevo medio era darnos a conocer en “las cuatro manzanas” como sinónimo de seriedad, rigurosidad y, básicamente, de auténtico reporteo en las fuentes mismas de la noticia, de modo de consolidar su existencia y su nuevo modo de reportear la economía y las finanzas, convirtiendo ese modo en una impronta que se proyectara al futuro. Como anécdota sobre esto, una de las primeras medidas adoptadas fue prohibir a nuestros periodistas que siquiera se acercaran a la “Ruca”, recinto en el Ministerio de Hacienda donde se recibían los comunicados oficiales y se hacían entrevistas vía teléfono que se transcribían y multiplicaban para que ningún medio estuviera ajeno a ellas.

En esa urgencia de supervivencia del “Financiero”, René supo desde siempre que su lugar no estaba tras un escritorio, sino que en la calle, olfateando y persiguiendo la noticia con una cuasi desesperación. Era común que en determinados momentos se mostrara ensimismado y retraído, lo que indicaba que estaba “masticando” un algo que podría ser una gran noticia. Y cuando la desmenuzaba en su cabeza, definiendo ese potencial, volvía a ser la persona comunicativa y afable a la que todos apreciábamos y respetábamos.

Su principal ámbito de reporteo era la Macroeconomía, que lo obligaba a estudiar las normativas e informes que día a día aparecían en un mundo cada vez más complejo y especializado. Y era una experiencia vital observarlos a él y a su esposa Gloria Cumsille cuando escribían sus artículos “a cuatro manos”, revisando los informes del Banco Central, del INE o la Dirección de Presupuesto y analizando cada aspecto con detalle y en total abstracción del entorno, y todos sabíamos que la redacción había terminado cuando volvíamos a escuchar la alegre risa de la querida Yoya.

Mucho más podríamos decir de René, pero quiero destacar un último aspecto. No era de ningún modo un “gigante egoísta”; compartía generosamente sus conocimientos, su modo de trabajar y su concepto del verdadero reporteo. Y sabía de antemano que cada vez que llegaba al diario un nuevo reportero, él tendría que dedicar parte de su jornada a formarlo adecuadamente para ponerlo al nivel del equipo.

 

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