El desafío de convertir la formación técnica en valor empresarial
Por Maribel Villagra, jefa de proyectos de Apcis #SoyPromociona
Chile forma técnicos en volumen, pertinencia y especialización. El dato es contundente: el 40% de los jóvenes de tercero y cuarto medio estudia en la modalidad Técnico-Profesional (TP) y en educación superior el 44% de la matrícula corresponde también a instituciones TP. No hablamos de un grupo marginal, sino de una base estructural del capital humano del país.
Aun así, las empresas continúan reportando déficit de mano de obra calificada en sectores clave. La paradoja es evidente: existe talento técnico formado, pero no existen suficientes mecanismos reales de incorporación al mundo laboral.
El acceso a prácticas profesionales, la puerta de entrada natural a la operación, sigue siendo limitado y poco sistemático. En distintas especialidades técnicas, especialmente en áreas industriales, cada año se repite el mismo patrón: estudiantes bien preparados que no logran acceder a una práctica efectiva, perdiéndose talento que ya está disponible y formado por el sistema educativo.
Esto refleja un problema que no está en la calidad de la formación técnica, sino en la falta de procesos empresariales para integrarla. El país produce técnicos; las empresas, en cambio, aún no cuentan con modelos operativos que permitan recibirlos, desarrollarlos y capitalizar ese conocimiento.
La pregunta estratégica para el sector privado es simple ¿Qué debe ocurrir para que las organizaciones habiliten procesos formales de training operativo, capaces de integrar talento técnico desde temprano y transferir conocimiento crítico antes de que se pierda?
La productividad no depende solo de nuevas tecnologías o inversiones millonarias. Depende, sobre todo, de cómo se forma y se renueva el equipo que sostiene la operación. Ese aprendizaje no ocurre en un aula ni en un manual; ocurre en terreno, al lado del maestro, del equipo y del problema real.
Sin modelos de mentoría técnica donde los trabajadores con experiencia transmitan lo que han aprendido en años de operación, el conocimiento crítico se fragmenta, se jubila o simplemente se evapora. Y ese vacío se traduce, inevitablemente, en menores niveles de eficiencia, seguridad y continuidad operacional.
Si Chile quiere fortalecer su productividad futura, y si las empresas quieren contar con equipos robustos y preparados, la ecuación es clara: la práctica profesional y el training técnico no son un trámite, son una inversión estratégica en el corazón del negocio.
El país ya hizo su parte formando técnicos competentes y motivados. Lo que falta ahora es que las organizaciones abran espacios reales para aprender haciendo, integren de manera sistemática a quienes sostendrán la operación del mañana y conviertan la formación técnica en valor empresarial tangible.
En un contexto de escasez de habilidades, perder talento técnico no es un riesgo menor: es una amenaza directa a la competitividad del país.
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