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Rodrigo Aravena

Mercado laboral: peor de lo que parece

Rodrigo Aravena G. Economista JefeBanco de Chile

Por: Rodrigo Aravena

Publicado: Lunes 18 de agosto de 2025 a las 04:03 hrs.

Rodrigo Aravena

Rodrigo Aravena

La evolución del empleo en Chile se ha convertido, cada vez más, en uno de los principales desafíos del país. El tema ha ganado espacio en el debate entre expertos y ha permeado transversalmente al espectro político. Una de las razones detrás de esta creciente preocupación es el aumento gradual, pero sostenido, de la tasa de desempleo, que se aproxima al 9%. Aunque este nivel ya es motivo de inquietud, un análisis más profundo revela que la situación laboral en Chile es, sin duda, mucho peor de lo que parece.

Tasas de desempleo como la actual suelen estar asociadas a escenarios recesivos. Sin embargo, las cifras muestran que el crecimiento promedio del bienio -en torno al 2,5%- se sitúa levemente por encima del nivel tendencial, en un contexto donde tanto la inflación como la TPM están cerca de sus valores neutrales. Si el resto de la economía parece estar cerca de su equilibrio, ¿qué podemos inferir sobre el mercado laboral? Claramente, que no está muy lejos de esa misma condición. Por tanto, es razonable concluir que el elevado desempleo no es transitorio ni producto del bajo crecimiento, sino que responde a causas estructurales. Mejorar esta situación requerirá mucho más que simplemente crecer.

“Es fundamental abordar desafíos como los costos asociados a los movimientos laborales, los niveles de flexibilidad en el mercado del trabajo y los criterios que determinan los ajustes en el salario mínimo, entre otros”.

En este contexto, es posible identificar algunos factores que han contribuido al aumento del desempleo. Uno de ellos es que cuando los salarios crecen más rápido que la productividad, el ajuste del mercado se traduce en una menor contratación. No podemos ignorar que la combinación de la reducción de la jornada laboral, el aumento del salario mínimo y la caída en los niveles de productividad -entre otros elementos- ha elevado los costos laborales unitarios. Aunque es difícil estimar el impacto individual de cada uno de estos factores, es razonable pensar que, en conjunto, han tenido un efecto negativo.

Un análisis más detallado de las cifras revela una situación aún más preocupante. Junto con el aumento del desempleo, la tasa de participación laboral se mantiene en niveles muy bajos. En el trimestre terminado en junio, fue de 61,9%, por debajo del nivel prepandemia (cercano a 64%). Esto implica que hay más personas desempleadas en un mercado laboral que, aunque sea temporalmente, es más pequeño. En este escenario, si mantuviéramos el número actual de ocupados pero con una tasa de participación del 64%, la desocupación habría alcanzado cerca del 11%. El diagnóstico se vuelve aún más claro al observar que el empleo total no ha crecido (0% anual), con un aumento de solo 141 personas (no miles) con trabajo.

Ante este panorama, hay pocas dudas. Sabemos que los problemas estructurales no se resuelven con políticas fiscales expansivas, subsidios ni otras herramientas contracíclicas, sino con medidas de fondo y de largo plazo. Es fundamental abordar desafíos como los costos asociados a los movimientos laborales, los niveles de flexibilidad en el mercado del trabajo y los criterios que determinan los ajustes en el salario mínimo, entre otros. El proceso electoral abre la puerta a un debate más profundo y serio sobre estos temas, cada día más relevantes y tangibles para los técnicos y para la ciudadanía en general.

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